Viajes 9 minutos 04 septiembre 2025

Fuera del radar: 10 pequeñas ciudades de España con cocina MICHELIN

Descubre la belleza y gastronomía, reconocida por la Guía MICHELIN, de estas pequeñas ciudades españolas, alejadas del turismo masivo.

Desde la sierra aragonesa hasta la costa mediterránea, pasando por joyas del interior como Ponferrada o Zafra, estas pequeñas ciudades españolas sorprenden por su historia, su patrimonio y, sobre todo, por una gastronomía que merece el viaje. Muchas de ellas están fuera del radar del turismo más masivo o internacional, y todas cuentan con restaurantes avalados por la Guía MICHELIN.

En este recorrido gastronómico por la España menos evidente —y más sabrosa— "no vamos a comernos el mundo", como dice la expresión: vamos a comernos España, de norte a sur.


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Plaza Mayor de la villa medieval de Aínsa y la propuesta gastronómica de Callizo, con los sabores de la comarca de Sobrarbe.  © Izquierda: Al Carrera/iStock. / Derecha: Montaner para Callizo/Callizo
Plaza Mayor de la villa medieval de Aínsa y la propuesta gastronómica de Callizo, con los sabores de la comarca de Sobrarbe. © Izquierda: Al Carrera/iStock. / Derecha: Montaner para Callizo/Callizo

1. Aínsa, Huesca: un paseo medieval y cocina 'tecno-emocional de montaña'

Por qué ir: Pasear con calma por sus calles medievales, su muralla y sus monumentos —declarados Conjunto Histórico-Artístico— es un lujo. Aínsa presume, con razón, de ser una de las villas más hermosas de Aragón, en un enclave privilegiado donde confluyen los ríos Ara y Cinca, bajo la imponente silueta de Peña Montañesa.

Dentro de las murallas de Aínsa, el tiempo parece haberse detenido: hay vestigios románicos a cada paso. A 589 metros sobre el nivel del mar, sus calles invitan a respirar historia y descubrir joyas arquitectónicas, como la Iglesia de Santa María, Monumento Nacional y uno de los mejores ejemplos del románico en el Alto Aragón. Desde aquí parten rutas hacia el Parque Natural de Ordesa y Monte Perdido o la Sierra de Guara.

Tras una jornada de excursiones, senderismo o rutas en bicicleta, Aínsa sorprende también con su propuesta gastronómica más vanguardista: el restaurante Callizo, con una Estrella MICHELIN. Su cocina explora la esencia del entorno —y también de otras tradiciones culinarias del mundo— en un recorrido literal por las diferentes estancias de la casona que lo alberga. Gastronomía 'tecno-emocional de montaña', como ellos mismos la definen, con dos menús degustación que dan protagonismo a los productores locales. Una escapada gastronómica impecable.


La playa de Calp y la cocina transalpina fusionada, con dos menús degustación, de Orobianco. © Izquierda: Leesle/iStock. / Derecha: © Foko Estudios/Orobianco
La playa de Calp y la cocina transalpina fusionada, con dos menús degustación, de Orobianco. © Izquierda: Leesle/iStock. / Derecha: © Foko Estudios/Orobianco

2. Calp, Alicante: sabor marinero con vistas al Mediterráneo

Por qué ir: Visitar el imponente Peñón de Ifach —332 metros de altura junto al mar—, uno de los espacios naturales más visitados del Mediterráneo, ya es una excelente excusa para escaparse a este rincón de la provincia de Alicante. A eso hay que sumarle sus calas y playas recónditas, además de un casco antiguo con sabor a villa marinera que invita a perderse sin prisa.

El paseo marítimo de Calp regala al viajero la estampa perfecta de su tradición pesquera, subasta del pescado en la lonja incluida. La vida en torno al puerto es cautivadora, al igual que lo son las salinas 'urbanas', habitadas por flamencos, y los Baños de la Reina junto a los yacimientos romanos. Belleza natural y arte histórico que se complementan con tres restaurantes con Estrella MICHELIN, todos ellos de inspiración mediterránea.

Audrey's, del chef Rafa Soler, brilla por su puesta en escena y por una cocina creativa que hunde sus raíces en la despensa valenciana. Ofrece cuatro menús degustación (uno vegetariano) y panes caseros, elaborados con receta familiar, que rinden homenaje al territorio.

Otra propuesta a la altura es Orobianco, con vistas espectaculares a la 'roca' de Calp. De inspiración transalpina fusionada y con el producto local como base, sorprende con recetas tan originales como el Risotto de berro y gamba roja o el Spaghettoni al pil-pil.

Ubicado en el hotel The Cookbook, Beat también es un restaurante con Estrella en Calp. Su cocina afrancesada se mezcla con acierto con la tradición mediterránea bajo la dirección del chef valenciano José Manuel Miguel. Y si lo que te apetece es algo más informal —y lo tuyo son los arroces (no olvidemos que estamos en Alicante), las cocas o las pizzas—, en el mismo hotel se puede disfrutar de Komfort, con una excelente relación calidad/precio.


Puerto marítimo de Ciutadella, en Menorca, y la sorprendente puesta en escena de Godai, un restaurante con recetas japonesas/menorquinas. © Izquierda: Rulan/iStock. / Derecha: @Luana Failla/Godai
Puerto marítimo de Ciutadella, en Menorca, y la sorprendente puesta en escena de Godai, un restaurante con recetas japonesas/menorquinas. © Izquierda: Rulan/iStock. / Derecha: @Luana Failla/Godai

3. Ciutadella, Menorca: el encanto medieval en una ciudad portuaria

Por qué ir: Palacios, iglesias, fortalezas y un buen número de locales de artesanía dibujan el paisaje medieval de esta bella ciudad portuaria en el extremo occidental de Menorca. Ver Ciutadella desde el mar, alrededor del Faro de Artrutx —punto de encuentro habitual para los más fiesteros—, añade una perspectiva distinta a la visita que bien merece la pena.

Antigua capital de Menorca, Ciutadella es hoy una de las ciudades más bonitas y visitadas de la isla. Sus orígenes prehistóricos dejaron huella en forma de monumentos megalíticos, y su centro histórico, Es Born —declarado Bien de Interés Cultural—, invita a recorrerla a pie, con la Catedral de Santa María, de estilo gótico catalán, como punto de referencia.

Aunque los clásicos locales sirven platos típicos como la caldereta de langosta o la ensaimada, merece la pena salirse de la norma y reservar mesa en un japonés (fusión) solo para adultos. Godai, ubicado dentro del curioso resort Suites del Lago, ofrece un menú degustación sorprendente a cargo del chef autodidacta Julián Mármol, que trabaja con productos de la isla —y de su propio huerto— en un entorno con vistas al puerto deportivo.


La localidad castellonense de Morella, a vista de pájaro, y la cocina local de temporada de Daluan. © Izquierda: Agnieszka Glowala/iStock. / Derecha: © Daluan
La localidad castellonense de Morella, a vista de pájaro, y la cocina local de temporada de Daluan. © Izquierda: Agnieszka Glowala/iStock. / Derecha: © Daluan

4. Morella, Castellón: un viaje gastronómico en busca del tesoro

Por qué ir: Un castillo en lo alto del cerro, dos kilómetros de muralla medieval —con 10 torres y 7 puertas de acceso— y calles empedradas llenas de tiendas con encanto convierten a Morella en un imprescindible del interior de Castellón. Subir hasta su castillo, una de las fortalezas más imponentes del Mediterráneo, regala unas vistas espectaculares que, por sí solas, ya justifican el viaje.

Considerado uno de los pueblos más bonitos de España, Morella atesora las pinturas rupestres de Morella la Vella, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. A eso se suma el acueducto de Santa Lucía, una joya de la ingeniería hidráulica. Todo ello enmarca un entorno privilegiado donde, además, se come muy bien (y a buen precio). No en vano, tres de sus restaurantes lucen la distinción Bib Gourmand.

Uno de ellos es Daluan, que ofrece cocina tradicional de la zona y organiza, por temporadas, jornadas gastronómicas muy recomendables. Si vas, intenta reservar en su terraza. También destaca Vinatea, que reinterpreta el recetario morellano con un menú degustación que cuida el producto y a los productores locales. El espacio suma encanto: está ubicado en una calle porticada, dentro de una casa del siglo XII rehabilitada. Y por si fuera poco, Mesón del Pastor, intramuros, es el paraíso de los ingredientes autóctonos y de las carnes rojas a la brasa de encina. Difícil quedarse con solo uno.


Plaza del Coso con el castillo de Peñafiel al fondo, y uno de los platos del chef Cristóbal Muñoz, del restaurante Ambivium. © Izquierda: demachi/iStock. / Derecha: © José Luis López de Zubiría/Ambivium
Plaza del Coso con el castillo de Peñafiel al fondo, y uno de los platos del chef Cristóbal Muñoz, del restaurante Ambivium. © Izquierda: demachi/iStock. / Derecha: © José Luis López de Zubiría/Ambivium

5. Peñafiel, Valladolid: Pago de Carraovejas, la Plaza del Coso, y algo Curioso

Por qué ir: Cuna de la D.O. Ribera del Duero, Peñafiel se encuentra a poco más de 50 kilómetros de Valladolid y corona su silueta con el Castillo de Peñafiel, uno de los más bellos de España. Desde lo alto de esta fortaleza medieval —declarada Monumento Nacional en 1917 y visitada cada año por cerca de 100.000 personas— se divisan tres valles: Duero, Duratón y Arroyo Botijas. En su interior, el Museo Provincial del Vino invita a sumergirse en la historia y la cultura enológica de la región.

Uno de los grandes imprescindibles en Peñafiel es la bodega Pago de Carraovejas, emblema de la Ribera del Duero. Allí, el restaurante Ambivium —con una Estrella MICHELIN y una Estrella Verde— encarna la excelencia gastronómica. Más de 4.000 referencias en bodega, huerto ecológico propio, vistas al castillo y una única propuesta degustación de 12 pases, rinde homenaje a los ancestros y al producto de kilómetro cero.

Antes o después del banquete, es fundamental pasear por la Plaza del Coso, un espacio público con carácter y el encanto de otros tiempos, rodeado por 48 edificios con balcones adintelados y arabescos. Junto a esta construcción medieval, otro alto gastronómico: el restaurante Curioso, con una carta de mercado tan creativa como apetecible. ¿Algo curioso? Su Gyoza de manitas de lechazo.


El Castillo de los Templarios de Ponferrada y uno de los pases del menú degustación 'Viaje a Japón', del restaurante Mu•na. © Izquierda: Sebastián Fernández/iStock. / Derecha: © Mario De la Torre/Mu•na
El Castillo de los Templarios de Ponferrada y uno de los pases del menú degustación 'Viaje a Japón', del restaurante Mu•na. © Izquierda: Sebastián Fernández/iStock. / Derecha: © Mario De la Torre/Mu•na

6. Ponferrada, León: un viaje en el tiempo a Japón desde El Bierzo

Por qué ir: La majestuosidad de sus montañas, valles, ríos y puentes, junto a su pasado templario  cuando la ciudad albergó a la Orden del Temple para proteger el Camino de Santiago, hacen de Ponferrada un destino de gran interés en León, casi como un viaje en el tiempo. Imprescindibles: recorrer el Castillo de los Templarios, el Museo de El Bierzo y el Museo de la Radio de Luis del Olmo.

Ponferrada es la capital administrativa de la comarca de El Bierzo, al noroeste de la provincia de León, y durante siglos fue paso obligado entre la meseta y las vecinas tierras gallegas. Su casco histórico se sitúa en la parte alta de la ciudad, y en torno a él discurren calles como la del Reloj, donde se conserva la única puerta restante de la antigua muralla medieval.

En lo gastronómico, la cocina berciana habla de botillo, pimientos asados, cerezas del Bierzo y frutas tan excelentes como la manzana reineta. Frente al Castillo de los Templarios, en la Casa de Las Bombas, el chef Samuel Naveira reinterpreta estos y otros productos de temporada en el restaurante Mu•na, el primero en El Bierzo en obtener una Estrella MICHELIN. ¿Su propuesta? Un único y original menú degustación, titulado Viaje a Japón, una fusión entre las culturas nipona y berciana, en un ejercicio brillante de creatividad.


El puente Nuevo de Ronda y la cocina creativa del chef Benito Gómez, de Bardal. © Izquierda: Sean Pavone/iStock. / Derecha: © GOMA/Bardal
El puente Nuevo de Ronda y la cocina creativa del chef Benito Gómez, de Bardal. © Izquierda: Sean Pavone/iStock. / Derecha: © GOMA/Bardal

7. Ronda, Málaga: encanto andaluz con mucho sabor

Por qué ir: Paradigma de la Ruta de los Pueblos Blancos de Andalucía, Ronda despliega sus encantos sobre un impresionante desfiladero de más de 100 metros de altura. Una de las ciudades más antiguas de España —cuyos orígenes se remontan al Neolítico— combina historia y belleza en un entramado de callejuelas encaladas con carácter propio. Palacios, baños árabes, atalayas, teatros romanos, murallas y cuevas prehistóricas dibujan su paisaje, de “atardeceres únicos”, como los definió el poeta Luis Cernuda.

Esta localidad malagueña está dividida en dos partes. Al sur del Guadalevín, el casco antiguo, con huellas de fenicios, celtas, romanos y árabes, conserva un precioso trazado medieval. Al norte del cauce, se disfruta la Ronda del siglo XVI y sus innumerables puentes. Entre las visitas imprescindibles, destacan la iglesia del Espíritu Santo —una construcción gótico-renacentista mandada levantar por Fernando el Católico para conmemorar la reconquista— y los baños árabes del siglo XIII.

Aquí, nada mejor que reservar mesa en el restaurante Bardal, junto al impresionante puente Nuevo sobre El Tajo. Dos Estrellas MICHELIN iluminan una cocina de autor sencilla y coherente, que propone dos menús degustación—Bardal y Gran Menú Bardal—, además de un carrito de quesos artesanos difícil de olvidar. Para algo más informal, el bar de tapas Tragatá Ronda, del mismo chef, Benito Gómez, sublima el picoteo con creatividad y personalidad.


Monasterio de El Escorial, Patrimonio de la Humanidad, y una de las propuestas del restaurante Montia, defensor del producto local, con una Estrella MICHELIN. © Izquierda: Jose Miguel Sanchez/iStock. / Derecha: © Narrativas Comunicación/Montia
Monasterio de El Escorial, Patrimonio de la Humanidad, y una de las propuestas del restaurante Montia, defensor del producto local, con una Estrella MICHELIN. © Izquierda: Jose Miguel Sanchez/iStock. / Derecha: © Narrativas Comunicación/Montia

8. San Lorenzo de El Escorial, Madrid: de Felipe II a uno de los mejores cocidos de Madrid

Por qué ir: Pasear por San Lorenzo de El Escorial, entre casas señoriales de estilo herreriano y el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial como eje, es una forma de entender parte de la historia de España. Felipe II mandó construir este conjunto monumental hace más de 500 años, y hoy, declarado Patrimonio de la Humanidad, sigue siendo un lugar imprescindible. Todo esto, a solo 50 kilómetros de Madrid y en plena Sierra de Guadarrama.

El entorno natural también es parte del atractivo. El Monte Abantos, el pinar que lo rodea y el Bosque de La Herrería (antiguo coto de caza real) definen un paisaje que invita al paseo. La ciudad, reconocida como Conjunto Histórico-Artístico, conserva un ambiente tranquilo, perfecto para recorrer sin prisa antes o después de visitar el Monasterio. 

Y luego, la mesa. En el restaurante Charolés, los lunes, miércoles y viernes, se sirve uno de los cocidos más recomendados de la Comunidad de Madrid. También destaca su carta de gastronomía tradicional, bien elaborada y sin artificios. Muy cerca, el restaurante Montia —con una Estrella MICHELIN— ofrece una propuesta basada en la despensa serrana, con un ambiente rústico a la vez que contemporáneo, cocina a la vista y el chef Daniel Ochoa al frente. La Pepitoria de níscalos y erizo es imprescindible, y los Callos, los más aplaudidos de la zona. 


Calle Mayor de Sigüenza, en Guadalajara, y la cocina moderna de base tradicional de El Molino de Alcuneza. © Izquierda: Antonio Lopez Velasco/iStock. / Derecha: Jaime D. Nevado/El Molino de Alcuneza
Calle Mayor de Sigüenza, en Guadalajara, y la cocina moderna de base tradicional de El Molino de Alcuneza. © Izquierda: Antonio Lopez Velasco/iStock. / Derecha: Jaime D. Nevado/El Molino de Alcuneza

9. Sigüenza, Guadalajara: con vistas a la historia y chefs que cocinan la excelencia

Por qué ir: Subir las empinadas calles de Sigüenza —que un día dieron cobijo a celtíberos, romanos, visigodos y árabes— es como recorrer la Historia con mayúsculas. Ciudad estratégica al norte de la provincia de Guadalajara, cuenta con un valioso patrimonio arquitectónico, sobre todo medieval, declarado Conjunto Histórico-Artístico.

Un imponente castillo domina la ciudad, y visitarlo es tan esencial como conocer su plaza Mayor, la iglesia de San Vicente o la Catedral, de origen cisterciense. También merecen atención sus rincones renacentistas y barrocos, con calles y plazas donde se alzan palacios, conventos y ermitas. En la mesa, la tradición se saborea en platos como el asado de cordero o cabrito, las migas con torrezno y huevo frito, la sopa castellana, la caza o la matanza, sin olvidar las yemas del Doncel, emblema dulce de la ciudad.

¿Dónde saborear Sigüenza? Tanto en El Doncel como en El Molino de Alcuneza, con una Estrella MICHELIN cada uno. En el primero, ubicado en una casona del siglo XVIII, los hermanos Enrique y Eduardo Pérez dan forma al legado familiar con honestidad y creatividad, a través de dos menús degustación, corto y largo. Destacan sus panes artesanales elaborados con harinas ecológicas, algo que también cuidan en El Molino de Alcuneza, a solo 6 kilómetros de Sigüenza. Entre piedra y madera, otros dos hermanos, Samuel y Blanca Moreno, 'hablan' con maestría de setas, caza y verduras de su propia huerta.


La Gran Plaza de Zafra, en Extremadura, y una de las propuestas del restaurante acebuche, que ofrece la posibilidad de pedir medias raciones. © Izquierda: Antonio Lopez Velasco/iStock. / Derecha: © acebuche
La Gran Plaza de Zafra, en Extremadura, y una de las propuestas del restaurante acebuche, que ofrece la posibilidad de pedir medias raciones. © Izquierda: Antonio Lopez Velasco/iStock. / Derecha: © acebuche

10. Zafra, Badajoz: Cocina de altura en la Baja Extremadura

Por qué ir: La arquitectura renacentista de Zafra refleja la rica historia de esta ciudad extremeña, una de las más bellas de Badajoz y conocida como la 'Sevilla Chica'. En el corazón de la Baja Extremadura, a poca distancia de Mérida, Zafra merece la visita por sus calles empedradas, su luz, sus balcones y su animada vida cultural.

Antiguo enclave comercial entre Sevilla, Mérida y Portugal, Zafra forma parte de la Ruta de la Plata. El Alcázar de los Duques de Feria es una parada obligada: una mezcla de fortaleza y palacio, con su torre del homenaje de 24 metros. Y ya que hablamos de homenajes, hay dos mesas que no te puedes perder.

En pleno casco histórico, el restaurante acebuche —con una excelente relación calidad/precio— fusiona la cocina argentina y la extremeña con muy buen gusto. Carmen y Javo, los chefs, se conocieron en El Invernadero (Madrid, una Estrella MICHELIN) y decidieron abrir aquí su propio proyecto. A cinco minutos a pie, La Rebotica, en la judería de la ciudad, apuesta por la gastronomía tradicional actualizada, con las carnes de Retinto y el bacalao como protagonistas. 



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Imagen de cabecera: Vista panorámica de Ronda, en Málaga. © Colin Rieser/ iStock

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