Los bañistas se lanzan al mar color aguamarina, donde la arena suave tiene el tono de la crema batida de vainilla, o recorren senderos costeros que llevan a calas secretas con acantilados rojizos. A esto se suma el pescado fresco recién sacado del mar y los mercados al aire libre rebosantes de productos de temporada: tomates rojos, verdes y amarillos, pequeñas berenjenas brillantes, melocotones de viña, fresas silvestres, higos morados bien maduros y limones jugosos. Aquí va una selección de los mejores pueblos de playa del sur de Francia, desde Menton hasta más allá de Marsella, donde comer junto al mar es un plan irresistible para buceadores, amantes del agua, adoradores del sol y apasionados de la buena mesa.
¡Únete a nuestra comunidad de foodies y viajeros! Crea tu cuenta gratuita para disfrutar de una experiencia 100% personalizada, con ventajas exclusivas para descubrir, reservar y compartir tus restaurantes y hoteles favoritos.

1. Menton
Por qué ir: Protegida por las montañas y muy cerca de la frontera italiana, esta tranquila y apacible ciudad evoca unas vacaciones de dolce vita pausada, con casas apiladas en tonos de sorbete, callejuelas adoquinadas y playas de arena suave bordeadas de cafés frente al mar.Antiguo refugio de la realeza y de acaudalados visitantes que aquí dieron rienda suelta a sus fantasías botánicas, Menton sigue conservando sus jardines subtropicales repletos de limoneros (su gran emblema), frutas exóticas y suculentas en flor. Para vivir una experiencia gastronómica única, hay que subir a la colina donde se encuentra Mirazur, un restaurante galardonado con tres Estrellas MICHELIN y una Estrella Verde, que ofrece vistas al Mediterráneo. Allí, el chef argentino Mauro Colagreco trabaja con frutas, verduras y flores de proximidad (muchas de ellas de su propio huerto de permacultura), además de pescados recién capturados y carnes seleccionadas, dando forma a un menú siempre cambiante de platos delicados, poéticos e inspiradores.
Justo enfrente, su propuesta más informal, Casa Fuego, ofrece recetas familiares argentinas: desde Asado de ternera y Pollo de corral cocinados a las brasas, hasta Pescados a la parrilla y Pastas típicas de la región de Liguria.
Dónde alojarse: Si buscas vistas al mar en primera línea y acceso directo a la playa, el Hotel Napoleon es una opción sin pretensiones pero con mucho encanto, decorado con carteles vintage originales, litografías y una suite en la azotea dedicada a Jean Cocteau.

2. Beaulieu-sur-Mer
Por qué ir: repleto de arquitectura Belle Époque y con un pasado frecuentado por monarcas y estrellas de cine de la dolce vita, este pequeño enclave de la Riviera ha resistido la sobreexplotación y conserva intacto su encanto de pueblo costero.
En la playa de La Petite Afrique, rodeada de rocas pálidas donde aún crece vegetación exótica, se respira un microclima agradable. Los fines de semana, las familias organizan pícnics a la sombra de las palmeras, y también hay dos clubes de playa privados para tomar el sol. Un consejo: deja la toalla en la zona este, más tranquila, donde el agua turquesa es más cristalina. Frente al Casino de Beaulieu, la Plage des Fourmis ofrece el escenario perfecto para un baño al atardecer o ver salir la luna sobre la bahía brillante.
En el elegante palacio La Réserve de Beaulieu, de finales del siglo XIX, el chef Julien Roucheteau firma tres menús degustación de inspiración mediterránea en el Le Restaurant des Rois - La Réserve de Beaulieu, galardonado con una Estrella MICHELIN y con una espectacular terraza frente al mar. Para una cocina regional y creativa, So’Mets, un acogedor bistró dirigido por la chef Anne-Sophie Sabini, propone un menú diario en pizarra, con especialidades como su original combinación de pulpo y morcilla.
Dónde alojarse: Reabierto tras una elegante renovación, La Réserve de Beaulieu ofrece 40 habitaciones, un nuevo spa de la firma La Prairie, una piscina icónica y una suite dúplex de lujo donde en su día se alojó la reina Victoria.

3. Saint-Jean-Cap-Ferrat
Por qué ir: Este pequeño brazo de tierra, famoso por sus lujosas mansiones rodeadas de setos altos y su diminuto puerto, es un paraíso natural resguardado del viento, con un sinuoso sendero costero de rocas y una variada oferta de playas.
Las familias con niños suelen preferir playas como la Plage Passable, de arena fina, situada en el extremo occidental, que tiene zona pública y privada, o la Plage Cros deï Pin, más cercana al puerto. Asimismo, hay varias calas con aguas turquesas y transparentes, como Paloma Beach (cuyo glamuroso restaurante privado y club de playa permanece cerrado temporalmente desde mayo de 2025) y la Plage des Fosses, una estrecha franja parcialmente sombreada de pinos, muy frecuentada por locales que buscan vistas idílicas y excelentes condiciones para el esnórquel.
Entre las muchas propuestas gastronómicas del icónico Grand-Hôtel du Cap-Ferrat Four Seasons, escondido tras exuberantes jardines, destaca la experiencia de cenar en Le Cap, galardonado con una Estrella MICHELIN. Allí, el chef Yoric Tièche firma platos provenzales elegantemente reinterpretados, como el Atún crudo con caviar, Saint Pierre con yuzu y cerezas o los delicados Pasteles rellenos de helado de arroz inflado. Todo ello se sirve en una terraza abierta al mar, bajo la sombra de los pinos y la brisa mediterránea.
Dónde alojarse: Elige el Grand-Hôtel du Cap-Ferrat, A Four Seasons Hotel, para disfrutar de la impresionante piscina olímpica de agua de mar, sus cabañas y habitaciones luminosas de diseño contemporáneo a cargo de Pierre-Yves Rochon.

4. Cap d’Antibes
Por qué ir: Esta península de apenas cuatro kilómetros cuadrados, cubierta de pinares y situada entre Antibes y Cannes, es hoy un exclusivo refugio de celebridades, aunque hace solo un siglo era prácticamente un paraje deshabitado.
Todo cambió con la llegada de la pareja de expatriados Sara y Gerald Murphy, con su círculo de amigos (Pablo Picasso, F. Scott y Zelda Fitzgerald), que dieron vida a la temporada estival en este apacible puerto pesquero rodeado de vegetación mediterránea. Imprescindible visitar la Plage de La Garoupe, una cala de arena con zonas públicas y privadas, donde la vanguardia artística de los años 20 organizaba extravagantes pícnics de disfraces, y sumergirse en sus aguas cristalinas, entre tonos jade y aguamarina.
Cerca de la Villa Eilenroc, una lujosa mansión y jardines que en su día pertenecieron a los condes de Beaumont (anfitriones de las fiestas más famosas de los años 20), un sendero junto a un arroyo de piedra conduce a la recóndita Plage de la Baie des Milliardaires. Los inspectores MICHELIN recomiendan el restaurante Louroc - Hôtel du Cap-Eden-Roc (una Estrella MICHELIN) en el Hôtel du Cap-Eden-Roc, donde el chef Sébastien Broda prepara una deliciosa Lubina con salsa de albahaca y una refrescante Tarta de cítricos. Para disfrutar de otra vista hipnótica al mar, destaca La Passagère - Hôtel Belles Rives, en el minipalacio art déco Belles Rives, antigua villa de verano de los Fitzgerald en 1926, con la cocina del chef Aurélien Véquaud.
Dónde alojarse: El glamuroso Hôtel du Cap-Eden-Roc, palacio junto al mar desde 1853, cuenta con 111 habitaciones de diseño contemporáneo y tres villas privadas, además de cabañas bajo los pinos y su mítica piscina infinita de agua salada excavada en la roca.

5. Théoule-sur-Mer
Por qué ir: Los paisajes que rodean Théoule-sur-Mer (un tramo casi intacto de 15 kilómetros de costa escarpada del macizo del Estérel, con calas esmeralda ocultas, acantilados de roca rojiza y pinares) superan todo lo que se puede ver en la Riviera.
Muchas de estas pequeñas calas requieren un breve descenso por senderos empinados y no cuentan con socorristas ni servicios de comida, por lo que es recomendable llevar el almuerzo. Puedes aparcar junto a la carretera para disfrutar del ambiente salvaje y atemporal de la Plage de l'Aiguille o continuar hacia el oeste por la sinuosa carretera costera hasta las Calanques d’Anthéor/Le Trayas, ideales para hacer esnórquel. Para comer, el restaurante La Maréa, con vistas al pintoresco puerto de La Figueirette, ofrece platos de pescado fresco preparados por el expescadero y chef Jérôme Cervera, como el Ceviche de dorada con fruta de la pasión o un reconfortante Bouillabaisse, en su terraza panorámica.
Por la noche, la cita es en Mareluna, recién distinguido con una Estrella MICHELIN en el Château de Théoule-sur-Mer, a pie de playa. Allí, el chef napolitano Francesco Fezza propone tres menús degustación donde combina magistralmente carne y pescado, además de una creativa opción vegetariana.
Dónde alojarse: El Château de Théoule, antigua fábrica de jabón del siglo XVII transformada en castillo con torretas en 1910, es hoy un hotel boutique restaurado con gran esmero. Dispone de 44 amplias habitaciones y suites inspiradas en conchas marinas, spa y un beach club con restaurante a pie de playa.

6. Saint-Raphaël
Por qué ir: Esta tranquila ciudad (descrita por F. Scott Fitzgerald como "un pequeño pueblo rojo junto al mar, con casas de tejados rojos y un aire de carnaval contenido") mantiene intacto su encanto como destino para nadar y hacer esnórquel.En primer lugar, destaca la Plage de l’Ile d’Or, con vistas espectaculares a la torre de castillo de la isla rocosa que inspiró la novela gráfica La isla negra, de Las aventuras de Tintín. Los aficionados a la historia pueden visitar la amplia playa de Dramont, escenario de un desembarco en la Segunda Guerra Mundial en 1944, o explorar calas más recónditas como Calanque des Anglais o Calanque de Maubois. En el restaurante Récif, con una Estrella MICHELIN y ubicado en la última planta del hotel Les Roches Rouges, el chef Alexandre Baule ofrece un menú sorpresa provenzal de seis u ocho pases, basado en productos locales. Entre sus platos destacados se encuentran el Calamar con habas y ajo negro y el Cordero con calabacín.
Dónde alojarse: Situado literalmente al borde del mar, el Les Roches Rouge, a Beaumier hotel (un elegante establecimiento de los años 50 renovado con estilo) acaba de añadir 25 luminosas habitaciones con vistas al mar. Además, cuenta con una piscina de nado, otra de agua salada excavada en la roca y un restaurante a pie de playa con hamacas.

7. Saint-Tropez
Por qué ir: Pese a su fama mundial como un destino hedonista y deslumbrante, este pueblo (antes de Brigitte Bardot) era un tranquilo puerto de pescadores, sin yates y de casas en tonos pastel, donde pintores como André Derain, Alfred Sisley y Henri Matisse crearon obras maestras.Evita los atascos y da un breve paseo desde el centro del pueblo para darte un baño rápido en la Plage de la Ponche, un pequeño círculo de arena donde Roger Vadim filmó Y Dios creó a la mujer. También puedes recorrer el Chemin des Salins hasta la Plage des Canoubiers, de arena blanca y sombra de pinos, donde los locales nadan y navegan.
Para comer o cenar, reserva en el restaurante Colette, galardonado con una Estrella MICHELIN (llamado así por la escritora francesa Sidonie-Gabrielle Colette, que tuvo aquí una casa), en el Hotel Sezz. El chef Philippe Colinet ofrece menús de seis o siete tiempos, además de una carta de especialidades mediterráneas, como el Pan bagnat deconstruido, que parece una paleta de pintor, servido junto a una piscina de ensueño.
No te vayas de Saint-Tropez sin reservar en el tres Estrellas MICHELIN La Vague d'Or - Cheval Blanc St-Tropez, en el hotel Cheval Blanc St-Tropez, donde el chef Arnaud Donckele despliega una cocina poética y profundamente personal. Aquí los sabores y texturas se suceden con una elegancia serena, desafiando cualquier clasificación convencional.
Dónde alojarse: Emblema del espíritu lúdico de Saint-Tropez, el histórico Hotel Byblos Saint-Tropez se reinventa constantemente: nuevas suites diseñadas por Laura Gonzalez, tratamientos innovadores en el Sisley Spa, un nuevo Sky Bar y almuerzos desenfadados en Byblos Beach.

8. Ramatuelle
Por qué ir: Pampelonne, un mítico arenal de casi 5 kilómetros de arena fina, ofrece un mosaico de ambientes, desde fiestas desenfrenadas hasta un relajado estilo hippie chic.Locales selectos, foodies y celebridades reservan mesa en el beach club La Réserve à la Plage. Allí, el chef Nicolas Cantrel propone menús mediterráneos (con platos como Buñuelos de flor de calabacín, Tártar de pescado y Cordero a la parrilla) en un elegante espacio diseñado por Philippe Starck con cómodas tumbonas frente al mar.
Para una experiencia más tranquila y apartada, entre el Cap Camarat y el Cap Taillat se encuentra la Plage de L’Escalet, ideal para explorar calas repletas de vida marina y deslizarse por aguas cristalinas con aletas y esnórquel.
Cena en el restaurante de dos Estrellas La Voile - La Réserve de Ramatuelle, en un ambiente elegante e íntimo dirigido por el chef Éric Canino. Sus refinados menús de degustación de inspiración mediterránea están en perfecta sintonía con las hipnóticas vistas del mar azul y a los promontorios arbolados.
Dónde alojarse: La Réserve Ramatuelle es un refugio chic y sereno, con interiores elegantes, amplias habitaciones y suites, un spa de vanguardia y piscinas al aire libre.

9. La Croix-Valmer
Por qué ir: Aquí no hace falta lucir el último traje de baño de diseño. Esta tranquila localidad costera, ideal para familias, presume de arenas doradas y un ambiente relajado, sin el estruendo de los beach clubs ruidosos.Tras bajar una empinada escalinata rocosa se llega a la Plage de Sylvabelle, perfecta para dejarse llevar por un bestseller en completa paz. Más adelante, por el sendero costero, se encuentra la Plage du Vergeron, una cala de aguas turquesas y gran tranquilidad. La más amplia Plage de Gigaro y la pintoresca Plage d’Héraclée también son ideales para nadar y tomar el sol.
Nuestros inspectores recomiendan el restaurante La Palmeraie - Château de Valmer, con una Estrella MICHELIN, en el hotel Château de Valmer. Rodeado de viñedos, huertos y palmeras, el chef Alexandre Fabris domina la cocina provenzal con tres menús degustación, uno de ellos vegetariano.
Dónde alojarse: Situado en la colina de Gigaro con vistas al mar, Lily of the Valley es un elegante refugio, con habitaciones diseñadas por Philippe Starck, restaurante enfocado en la salud, dos grandes piscinas, un spa de última generación con tratamientos personalizados y programas deportivos, además de un beach club familiar.

10. Cassis
Por qué ir: Sus impresionantes acantilados de piedra caliza (les Calanques) descienden hacia calas de aguas azul turquesa cristalinas a través de rutas de senderismo que son simplemente sublimes. Al final, puedes elegir el rincón perfecto para extender la toalla y explorar grutas.Entre las playas más hermosas está la Calanque de Port-Pin, una pequeña ensenada de arena y guijarros. Más cerca del diminuto puerto de Cassis (con casas color rosa, ocre y azul, junto a barcas de pesca de madera) se encuentra la encantadora y accesible Plage du Bestouan.
La oferta gastronómica es un verdadero festín sensorial: en Les Belles Canailles, en el hotel Les Roches Blanches, reserva mesa en la terraza frente al resplandeciente promontorio Cap Canaille. El chef Nicolas Sintes ofrece una cocina mediterránea centrada en pescados y mariscos.
Para una experiencia excepcional, visita el restaurante La Villa Madie, galardonado con tres Estrellas MICHELIN y escondido entre la vegetación sobre la cala Anse du Corton. El chef Dimitri Droisneau, un virtuoso de los productos de la tierra (provenientes de sus propios huertos) y del mar, crea menús degustación de temporada que son un verdadero homenaje al Mediterráneo.
Dónde alojarse: Suspendido sobre el mar, Les Roches Blanches es un refugio elegante y relajado de estilo art nouveau. Rodeado de pinos piñoneros, ofrece habitaciones y suites contemporáneas bañadas de luz, dos piscinas, un spa Sisley y espectaculares vistas costeras desde cada rincón.

11. Carry-le-Rouet
Por qué ir: A solo 35 km al oeste de Marsella, este diminuto puerto pesquero de postal evoca un paisaje atemporal digno de Paul Cézanne (que vivió en la vecina localidad de L’Estaque), rodeado de encantadoras playas aún fuera del radar turístico.
La familiar Plage du Rouet cuenta con concesiones privadas para relajarse y aguas poco profundas. También son opciones muy recomendables la protegida cala Cap Rousset y la salvaje y apartada Calanque des Eaux Salée.
Cena en el recién inaugurado restaurante L’Oursin, junto al puerto, donde el chef Ilane Tinchant (un talento emergente nacido en Marsella) crea exquisitas combinaciones con mariscos muy frescos. Sus platos de autor, creativos y modernos, incluyen Tempura de sepia confitada en su tinta y Pez de San Pedro a la parrilla con trigo sarraceno, ajo negro y mariscos. Reserva mesa en la terraza suspendida sobre el muelle, con vistas panorámicas del cielo y el mar.
Dónde alojarse: Decorado en tonos azul marino profundo, el contemporáneo L’Hôtel Bleu presenta habitaciones confortables con una encantadora estética de transatlántico y un spa Phytomer, ideal para sumergirse en una experiencia de bienestar acuático total.
Leer más:
Imagen de cabecera: © Restaurant Le Vent Debout, Hotel La Réserve de Beaulieu