Viajes 1 minuto 22 julio 2019

Gastronomía belga: más que mejillones con patatas fritas

Moules-frites, pero también Carbonade a la flamenca, Conejo a la Gueuze, Waterzooi… Para los que estén dispuestos a ir más allá de su célebre plato nacional, la cocina de Bélgica es una auténtica caja de sorpresas.

Bélgica es un país sorprendente. Lo es por la diversidad de sus muchas almas, la vivacidad de su capital y también por su cocina. Cerveza, chocolate y, cómo no, los típicos Moules-frites, los mejillones cocidos al vapor con patatas fritas – un invento belga, al parecer– son algunos de los tesoros de la gastronomía de este país. Algunos, pero no todos.

Las cocinas de Holanda, Alemania y sobre todo la cocina clásica francesa se dejan ver en los guisos a base de carne y cerveza como la Carbonade à la flamande con ternera, cebolla, tomillo, laurel y cerveza, generalmente negra.

El Lapin à la Gueuze es otro guiso de carne, esta vez de conejo, con un ingrediente especial: la Gueuze, una cerveza que se produce desde hace siglos en el valle de la Senne. Se trata de una Lambic, una cerveza de fermentación espontánea y sabor ácido que llega a pasar hasta tres años en barricas de roble (de ahí, que algunos la consideren el eslabón entre la cerveza y el vino), pero más dulce y carbonatada.

El Waterzooi es un plato típico de la gastronomía de Flandes, en especial de la ciudad de Gante. La versión original se hace con pescado, tanto de agua dulce como de mar, pero su variante a base de pollo es la más común. Se sirve como una sopa con caldo, verduras, hierbas, huevos, nata y mantequilla.

La Anguila estofada en salsa verde –con perejil, perifollo, menta, acedera, berros, entre otros ingredientes– y los Tomates rellenos de mayonesa y purus, pequeñas gambas grises típicas de Flandes con las que también se hacen croquetas– son otras especialidades flamencas.

Entre los platos a base de verduras, encontramos las Chicons au gratin, endibias belgas cocidas y gratinadas en el horno con jamón York y bechamel, los Espárragos blancos con crema de mantequilla y huevos cocidos y los Stoemp, purés de patatas y verduras como coles de Bruselas (un producto internacionalmente famoso que no deja duda sobre su origen), zanahorias, cebolla y espinacas entre otras. Los Stoemp suelen acompañar los platos de salchicha.

No se puede hablar de Bélgica sin hablar de su chocolate. Los bombones rellenos de crema de chocolate o de praliné son un invento belga. Hasta la caja de bombones lo es.

El Cramique (pan con pasas), el Craquelin (brioche cubierto de granos de azúcar) y el Pain à la grèque, bizcochos a base de leche, azúcar, harina, mantequilla y especias son algunos ejemplos de la panadería y pastelería belgas. Completan esta lista dulce las galletas de mantequilla especiadas (Speculoos), las Antwerpse handjes, galletas o chocolates con forma de mano de Amberes, el Moelleux au chocolat un coulant de chocolate y, cómo no, las Gaufres (gofre) galletas esponjosas ideales para comer solas o con un poco de azúcar glas, sirope dulce, fruta y chocolate.

En Madrid, en pleno barrio de Chamberí, la riqueza y la variedad de la cocina belga se puede catar en el restaurante Gourmand (hasta ahora conocido como Atelier Belge), establecimiento señalado en la guía MICHELIN. En su cocina, el chef belga Etienne Bastaits reinterpreta la cocina de su país modernizándola y adaptándola a los dos espacios de los que consta el restaurante: un restaurante y una brasserie, más informal. También se organizan catas y cursos de cocina. La gastronomía belga ya no será un secreto. 

Foto: iStock/AleksandarGeorgiev

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