El elegante montaje rústico del Rich Table recuerda una granja, con su madera reciclada y sin desbastar. Eso sí, la clientela es bastante selecta (jóvenes profesionales y asiduos a los teatros de los alrededores) y la reserva obligada. Si no ha tenido suerte con la reserva siempre puede hacer cola unos 30 minutos antes de que abra para hacerse con uno de los codiciados taburetes del bar...
El éxito se explica por la maestría con la que los chefs y propietarios Evan y Sarah Rich ejecutan sus propuestas californianas influenciadas por una gastronomía global. Sus pierogis rellenos de ricotta, colmenillas y guisantes se ganarían seguro la aprobación de cualquier abuela polaca, por no hablar de esa chuleta de cerdo al estilo char siu perfectamente ahumada y asada.
El personal, a la última, sabrá recomendarle un buen cóctel o el mejor vino para acompañar la comida. Su “tapa” de sardina con boletus y salsa de raclette es muy famosa, aunque nosotros preferimos sus postres de temporada como, por ejemplo, el granizado de cereza con helado de almendras y shiso.