Hotel CRAM

Los visitantes de Barcelona que se declaran amantes de la arquitectura no pueden evitar tener altas expectativas a la hora de visitar la ciudad: parece que todos los edificios han de ser o bien obras de arte ultramodernas o bien tesoros centenarios. Las expectativas se verán plenamente satisfechas si el visitante decide hospedarse en el Hotel CRAM, que ofrece lo mejor de los dos mundos: un excelente ejemplo de la arquitectura de interiores más moderna y vanguardista que se esconde tras una elegante fachada del siglo XIX.

En este caso, la expresión diseño moderno no es sinónimo de monocromía. Las paredes blancas y los pulidos suelos de madera noble están salpicados con pinceladas de color, desde un rojo sangre y naranja óxido hasta un tenue gris metálico. Las habitaciones son una acertada combinación entre lo funky y lo futurista: son elegantes, por descontado, pero también acogedoras, con abundante luz natural, enormes camas elevadas y todas las comodidades que uno pueda imaginarse, lo cual incluye televisión LCD de 32 pulgadas, y acceso Wi-Fi en todo el hotel.

Su piscina al aire libre permitirá a los huéspedes evadirse del calor y de las multitudes del centro de la ciudad, mientras que el bar Mareva supone una perfecta transición hacia la mítica vida nocturna barcelonesa. Y cuando se trata de salir del hotel a disfrutar de los alrededores, el hotel se encuentra a cuatro cuadras del Passeig de Gracia y a seis cuadras de la Plaça Cataluña y de las Ramblas.

Más fortuito es el hecho de que el hotel se haya convertido en la sede del reputado restaurante Angle Barcelona, condecorado con las codiciadas estrellas Michelín, donde el chef Jordi Cruz hace justicia a su buen nombre y elabora una deliciosa cocina que recupera las raíces, haciendo especial hincapié en los sabores tradicionales.