Más allá de la fantástica ruta del vino —que recorre bodegas y viñedos a través de caminos rurales y paisajes deslumbrantes— la propia ciudad de Mendoza merece ser descubierta. Fundada hace más de 500 años, en sus calles la tradición convive con la modernidad: parques y plazas, edificios emblemáticos, mercados bulliciosos y peatonales donde beber una copa de Malbec al atardecer. La Guía MICHELIN te propone recorrer esta ciudad, disfrutando por dos días de sus aromas y sabores únicos.
Día 1: El corazón de Mendoza, mate en el parque y noche con maridaje
Por la mañana
Apenas se aterriza en la capital mendocina, hacia el oeste asoma la imponente Cordillera de los Andes, recortando el horizonte. Como dicen los lugareños, la montaña define el carácter de esta provincia: es la que detiene la humedad del Pacífico, generando un clima árido y continental, con 300 días de sol al año. De sus altos picos descienden vientos que refrescan las noches, mientras que los días, cálidos y secos, invitan a caminar por calles bordeadas de antiguas acequias: un sistema de riego ideado hace siglos por los huarpes, los pueblos originarios de la zona.Un buen comienzo puede ser en La Vene, una panadería con varias sucursales en la ciudad; una excelente opción es el local de Av. Juan B. Justo 102. Siéntate en una de las mesas sobre la vereda para un desayuno típico. Además de las clásicas medialunas de manteca, pídete unas tortitas, el panificado más típico y querido de Mendoza. Las más representativas son las llamadas raspadas —una combinación de harina, grasa, sal y agua—, que nacieron como una forma de aprovechar la masa sobrante de las tapas para empanadas. En su origen se cocinaban a las brasas y se raspaba la parte quemada, de allí su nombre. Puedes pedirla rellena de jamón y queso para un desayuno bien potente.

Desde allí, camina diez minutos para llegar a la Plaza Independencia, una de las cinco plazas equidistantes que tiene la capital mendocina, diseñadas por el ingeniero Jerónimo Balloffet en 1863. No solo se proyectaron como pulmones urbanos, sino también como posibles refugios ante sismos. La de Independencia, la más grande, ubicada en el centro de las otras cuatro, se ha convertido en el centro simbólico de la ciudad, con una feria de artesanos, juegos para niños, espacios para pícnic y lugar de encuentro de adolescentes por las tardes.
Este es un excelente punto de partida para recorrer el centro de Mendoza. A solo cinco minutos hacia el norte se encuentra, por ejemplo, el Mercado Central, inaugurado como abasto en 1884. Hoy mantiene sus puestos de productos frescos, donde se consiguen aceitunas, aceites de oliva, dulce de leche o manzanas locales. En sus pasillos se mezclan los aromas de la charcutería regional con los emblemáticos ajos mendocinos, el orégano fresco, conservas de membrillo y durazno, frutos secos —especialmente nueces de Tupungato— y otras delicias típicas de la región.
A pocos pasos, también vale la pena visitar el Pasaje San Martín, ubicado dentro del que fuera el primer edificio en altura de la ciudad, construido en 1906. Al entrar, levanta la vista para contemplar los vitrales franceses atravesados por el sol de la mañana.

Almuerzo
Tantos aromas ya despiertan el hambre. Y si bien el propio Mercado Central ofrece opciones de comida al paso, este es un buen momento para empezar a descubrir lo mejor de la gastronomía mendocina. Una excelente opción es Soberana, restaurante Recomendado por la Guía MICHELIN, con menú para almuerzos y cenas, cuya propuesta se define como una ‘cocina del mundo con impronta local’.En un ambiente de lujo, puedes probar las reconocidas Mollejas argentinas cocinadas al Josper con barbacoa a base de char sui; unas Empanadas mendocinas con yasgua; seguir con un Ojo de bife de novillos criados a pasto en la pampa húmeda o una Lasaña de conejo; y finalizar con una Granita de vino torrontés, duraznos mendocinos y helado de duraznos con pistacho.

Por la tarde
Panza llena, corazón contento, como dice el refrán: es hora de disfrutar del sol mendocino. ¿Y qué mejor lugar para hacerlo que el Parque General San Martín, el más antiguo de la provincia, que ocupa más de 300 hectáreas en plena ciudad capital? Dentro hay estadios deportivos, rosedales y viveros, un lago, fuentes, gimnasios al aire libre, canchas, cafeterías y puestos de comida, además del Museo Cornelio Moyano, dedicado a las ciencias naturales y la antropología. Uno de los imperdibles es el ascenso al Cerro de la Gloria, fácil de hacer a pie —aunque también se puede subir en auto—, con sus vistas panorámicas de la ciudad.La mejor forma de recorrer este parque es con un set de mate —calabaza, bombilla, yerba y termo con agua caliente— junto a unas tortitas mendocinas, para disfrutar de una merienda improvisada sobre el césped verde.

Cena y noche
Platos de autor con producto de territorio. Así define Centauro su propuesta gastronómica, donde Mendoza se hace presente con los sabores de su tierra. El restaurante funciona en una preciosa casona —que antes fue un pequeño hotel— reconvertida con estilo y calidez. Para arrancar, un cóctel de la barra de recepción: el Aluvional, elaborado con Riesling mendocino, cordial de pera y miel. Luego, déjate llevar por el menú degustación de 4 u 8 tiempos, donde cada paso merece su propio maridaje.Si quieres seguir la noche, el barrio donde se encuentra el establecimiento es uno de los más visitados de la ciudad, con bares que ofrecen música, cerveza y coctelería. También puedes acercarte a la calle Arístides, otro de los epicentros más joviales de Mendoza.

Hotel
A solo 20 minutos en auto desde el centro, el hotel boutique Lares de Chacras permite pasar la noche rodeado de viñedos y en un entorno más sereno. Tiene una cava subterránea, chimenea de piedra encendida al anochecer —muy bienvenida en las noches frescas—, pileta para el verano y habitaciones cómodas, con vigas de madera a la vista y obras de arte local. Una buena elección para descansar después de una jornada urbana intensa.
Día 2: Cafés con sello propio, bodega urbana y cena a la parrilla
Por la mañana
Como buena capital cosmopolita, Mendoza cuenta también con cafés de especialidad, donde la selección y tueste de los granos son prioridad. Si buscas un café al paso, relajado y con mesas al sol, una gran opción es Monono, un lugar jovial donde, además de flat whites, ofrecen una bollería deliciosa.En cambio, si prefieres tomarte tu tiempo en un ambiente más resguardado, puedes elegir Fran Coffee Makers, con varias sucursales en el centro. Una de ellas está en la Galería Piazza, un emblemático centro comercial que en los últimos años fue recuperado en su esplendor.

Bodega y almuerzo
Si bien muchas bodegas mendocinas se encuentran cerca de la ciudad, Los Toneles está ubicada directamente dentro del tejido urbano, en la zona de Guaymallén, y conserva su arquitectura original de 1922, parte del patrimonio cultural de Mendoza. En una construcción imponente, con ladrillos a la vista y paredes gruesas diseñadas para mantener la temperatura fresca, esta bodega ofrece diversos recorridos entre pasillos de fermentación y barricas de roble.Cuenta también con una destacada propuesta gastronómica en su restaurante Abrasado, Recomendado por la Guía MICHELIN. Muchos de los insumos utilizados son elaborados por el mismo grupo propietario, incluyendo novillos criados en haciendas de la Pampa Húmeda, aceite de oliva y aceto balsámico, lo que garantiza su trazabilidad. La especialidad de la casa: carnes maduradas e intervenidas por el chef, como el Tbone inyectado con aceite de oliva y ajo negro.

Por la tarde
El crecimiento de la capital mendocina en las últimas décadas hizo que ciertas localidades, que en su momento parecían alejadas, sean hoy una continuidad de la ciudad. Entre ellas está Godoy Cruz, hacia el sur, a solo 6 kilómetros de Plaza Independencia. Más allá de esa cercanía, el lugar conserva allí su plaza principal, el edificio del Consejo Deliberante —la construcción pública más antigua de Mendoza—, el Museo Ferroviario —que permite comprender la importancia que tuvo el ferrocarril en el desarrollo económico de toda la Argentina— y la iglesia San Vicente Ferrer. Además, cuenta con varias bodegas urbanas, como Caro, Navarro Correas o la ex Bodega Arizu, donde se puede conocer el archivo vitivinícola más completo del país.Para comer algo, una buena opción es Planta Uno, un punto gastronómico con preciosos espacios al aire libre y propuestas que incluyen mercado de productos frescos, cafetería, hamburguesería y restaurantes.

Cena
Estar en Godoy Cruz, es la excusa para ir a cenar a 1884 Francis Mallmann, uno de los restaurantes de ese emblemático cocinero argentino. Ubicado en la histórica bodega Escorihuela Gascón —el nombre hace referencia al año de fundación de la bodega—, ofrece diversos menús degustación, incluyendo actualmente uno de sabores bien invernales, con platos como la Polenta a la plancha con pomodoro o el Cordero, que lleva una cocción de más de siete horas en vino Malbec. También hay un menú dedicado en exclusiva a las carnes argentinas, que va desde una Entraña a la parrilla hasta una Marucha wagyu. De postre, se presenta una muestra completa de esos sabores golosos del río de la Plata, con el dulce de leche como uno de sus inevitables protagonistas.
Hotel
A unos 30 minutos hacia el sur, en Luján de Cuyo, Cavas Wine Lodge ofrece un cambio de ritmo. Rodeado de viñedos centenarios y con la Cordillera como telón de fondo, el hotel cuenta con villas de paredes de adobe, terrazas y piscinas privadas, que se distribuyen alrededor del edificio principal, de estilo español, integrado con el paisaje sin perder elegancia. También dispone de un spa con tratamientos de vinoterapia y la posibilidad de hacer recorridos entre viñedos, si el viaje se extiende. El mejor cierre para dos días de puro disfrute.
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Imagen de cabecera: Mendoza, con la Cordillera al fondo. © Erik Gonzalez Garcia/iStock
