Justo al lado de una concurrida calle, el exterior de este restaurante puede confundirse con el de un elegante hotel. Una vez dentro, su amable y efusivo personal te dará a elegir entre el comedor, decorado con esmero, y el confortable patio. La cocina, muy viajera, saca el máximo partido de los ingredientes locales, trabajándolos con esmero y presentándolos con estilo. Déjate tentar por el brócoli asado con puré de hoja santa, los ñoquis con estofado de rabo de toro o el cerdo confitado, delicioso con su mole negro y su puré de plátano y manzana. El tiramisú con café de Oaxaca y mamey es perfecto para un final dulce. La oferta de cervezas, cócteles y vinos es más bien reducida, pero en su lugar encontrarás una variedad de zumos, refrescos y café.