Granados 83

Cualquier alojamiento en La Rambla garantiza proximidad al mar, pero a qué precio. La omnipresencia de los bares de tapas para turistas y las tiendas de recuerdos con luces de neón enseguida desmerece el encanto de las antiguas calles peatonales. Diez minutos de paseo (o un trayecto en taxi de cinco euros) es lo que hay hasta el Granados 83, un moderno hotel de setenta y siete habitaciones, enclavado en una zona más tranquila de la ciudad, deliciosamente apartada del barullo demencial.
Después de una impresionante obra de restauración, el edificio neoclásico de un antiguo hospital quedó transformado en un hotel boutique moderno con un patio acristalado en el centro. Unas texturas suntuosas y poco corrientes confieren carácter a los interiores del Granados 83: mármol rojo y detalles en acero sirven de marco para la entrada, mientras que el amplio vestíbulo se caracteriza por su fría piedra en blanco y negro, y unos pasillos con detalles de mármol conducen a las habitaciones, con sus paredes de ladrillo a la vista y sus cabeceras de cuero sin curtir.
Muchas de las suites son lofts en dos niveles, provistos de suelos de madera de zebrano, inmensos cuartos de baño de mármol blanco, sofás de cuero y conexión inalámbrica a Internet. Las paredes están adornadas con arte budista; un televisor con pantalla plana se oculta tras unas puertas correderas en cada habitación; y el sistema de iluminación tiene tantas funciones para hacer más tenue o más fuerte la luz que favorecería hasta la cara más afectada por el desfase horario. Es hipermoderno, pero no pomposo: el personal no tiene problemas con los perros, sirve el desayuno hasta la una de la tarde y entiende que, como todo el mundo, usted también necesita que le recomienden tablaos flamencos y sitios para comer paella.
Los dos restaurantes del hotel, uno mediterráneo y otro de influencia asiática, ofrecen platos clásicos con un toque sofisticado. Cuando hace más calor, las especialidades del segundo restaurante se sirven junto a la piscina, tan pequeña que sólo invita a un chapuzón rápido, aunque ofrece una bonita estampa que contemplar al atardecer, con una copa en la mano.