Mandarin Oriental Milan

Milán no es territorio inexplorado para las marcas de lujo. Los mejores hoteleros del mundo se esfuerzan al máximo por adaptar su oferta de alta gama al estilo y el carácter de la ciudad, muy marcada por su arquitectura del s. XVIII y por su condición de capital del diseño contemporáneo. El Mandarin Oriental de Milán, miembro desde hace unos años de este exclusivo club, no es la excepción a la regla. Acondicionado en cuatro edificios clásicos a un paso de La Scala, el hotel recurrió directamente al gran gurú del diseño italiano: el arquitecto y diseñador Antonio Citterio, creador de muchos de los interiores de lujo contemporáneos de Italia.

La situación –a igual distancia del Duomo que del Quadrilatero d’Oro y sus tiendas de lujo– no puede ser mejor. Naturalmente, algo así tiene un precio, pero con Mandarin Oriental puedes estar seguro de obtener lo que pagas. Las habitaciones son amplias y suntuosas, con ese nivel de atención al detalle que nos hace afirmar que la artesanía en el norte de Italia tiene rango de religión. Las suites, por su parte, elevan el lujo hasta cimas insospechadas: sus baños pueden rivalizar con los spas de algunos hoteles y sus terrazas ofrecen una perspectiva inhabitual para una ciudad que no es conocida precisamente por sus amplias panorámicas.

Por supuesto, el hotel cuenta con un spa para quien no se conforme con su enorme bañera. Hay asimismo abundante espacio para reuniones y eventos, lo cual resulta muy útil, ya que pocas sedes de empresas resultan tan impresionantes como el Mandarin Oriental. En otro registro, el restaurante Seta traspasa los límites del recetario clásico lombardo para adornarse con influencias del sur de Italia, Francia y (con mucho acierto) todo el Pacífico. Un hotel, en suma, digno tanto de su ubicación como de su nombre.