Mandarin Oriental Barcelona

Cualquier monolito modernista de cristal desentonaría en el precioso casco histórico de Barcelona; por eso el Mandarin Oriental Barcelona está donde está, en el edificio clásico de un antiguo banco de Passeig de Gràcia. Su fachada majestuosa encaja perfectamente en el entorno del Eixample, pero entrarás en otro mundo nada más cruzar la puerta.

El atrio central, que se salva a través de una pasarela espectacular, parece sacado de la Guerra de las Galaxias: un hueco profundo, rodeado de pareces blancas con ventanas interiores. El vestíbulo y el restaurante están flanqueados por unas pantallas con diseños que recuerdan a la arquitectura tradicional islámica, solo que adaptada al siglo XXII. En el spa se respira un futurismo duro y taciturno, propio de una ciencia ficción más oscura, más Ridley Scott que George Lucas. En la azotea, uno regresa al presente, sentado en la terraza de la piscina, contemplando la vista panorámica de los edificios de Barcelona recortados contra el horizonte.

Las habitaciones tendrían que ser muy impresionantes para estar a la altura de todo esto y, de hecho, lo son y lo están. Su madera noble y sus colores apagados y varoniles tienen un inconfundible sabor europeo; la influencia asiática típica de los Mandarin solo se aprecia en la sencillez de los espacios abiertos de líneas bien definidas. Además, dormirás plácidamente en estas habitaciones insonorizadas; hay tanto silencio que te preguntarás si te han cambiado la auténtica Barcelona por una réplica silenciosa.