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Mandarin Oriental Ritz, Madrid
- Plaza de la Lealtad 5, Madrid, España
- Castellana/Recoletos/Paseo del Prado
- 154 Habitaciones
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Los especialistas en hoteles de la Guía MICHELIN
Mandarin Oriental Ritz, Madrid
- Plaza de la Lealtad 5, Madrid, España
- Castellana/Recoletos/Paseo del Prado
- 154 Habitaciones
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El Ritz de Madrid hace gala de una noble herencia: se trata de un hijo (en el sentido literal de la palabra) de Alfonso XIII, quien abrió sus puertas en 1910. Sus huéspedes tienen demasiado buen gusto como para alojarse en cualquier otro sitio: Paloma Picasso, Nelson Rockefeller, Barbara Hutton, y Grace y Rainiero de Mónaco, que acudieron aquí para pasar su luna de miel. En la actualidad, las habitaciones tienen un aspecto muy similar al que lucían en 1910: con sus vistas al Prado y sus muebles de los grandes estilos inglés y francés escogidos de forma personal. En comparación con la formalidad que se respira en la planta baja, las habitaciones resultan sorprendentemente íntimas: amplias, pero con cortinas guateadas y grandes camas dobles con colchas de satén. Pero lo mejor de todo son las alfombras, que cubren todo el suelo: cada una de ellas es única, hechas a mano en la Real Fábrica de Tapices hace casi un siglo. Por la mañana, le entregarán su periódico favorito, y una vez que lo haya leído, podrá experimentar la agradable sensación de ponerse unos pantalones perfectamente planchados.
El buffet del desayuno, que es todo un capricho, ofrece jamón y huevos junto con los tradicionales churros y el pan de ajo. Por la tarde, las salas de estar se llenan con una clientela internacional muy bien acicalada y perfumada que se reúne para el té de media tarde y los cócteles, mientras que los jugadores de polo se relajan en el exterior, en el jardín perfectamente podado. Pasadas las diez (no olvide que se encuentra en España), no puede perder la oportunidad de cenar en el magnífico restaurante del hotel y probar los crèpes en miniatura con langostinos (la comida del Ritz está considerada como una de las mejores de la ciudad). Y después, pase por el bar, con sus paneles de madera, para echar un vistazo: siempre está lleno hasta la una de la mañana.
Se le exigirá que lleve chaqueta y corbata en todo momento, incluso en el bar. Aunque últimamente el Ritz es algo menos formal, sigue siendo un lugar con orgullo. Su personal también está orgulloso: el director general ha trabajado en el hotel durante treinta años, y el conserje lleva aquí incluso más tiempo. Una prueba más de que el Ritz se ha mantenido constante a pesar de los cambios a su alrededor (dos Guerras Mundiales y Franco, por citar algunos). Cada vez que celebra su gala de Nochevieja, todos los patricios de la ciudad aparecen aquí, tal y como sucedía en 1910. Por lo tanto, arréglese, lleve la cabeza bien alta y cuide mucho su lenguaje: se encuentra en presencia de la distinción más genuina.