The Beaumont Hotel

Los restauradores Chris Corbin y Jeremy King cuentan con una larga experiencia cuando se trata de crear locales que resumen a la perfección la quintaesencia del Londres más nostálgico: nos referimos al Ivy, el Wolseley o el Delaunay. Para su primera incursión hotelera, en cambio, han preferido buscar la inspiración al otro lado del Atlántico, modelando el Beaumont a imagen de un club privado neoyorquino de los locos 20 que ellos mismos han imaginado. El hotel, situado en Mayfair, entre Grosvenor Square y Selfridges, es, a pesar de su acento estadounidense, todo lo de Mayfair que puede llegar a ser un hotel del siglo XXI, incluida la gigantesca escultura semi abstracta que adorna su fachada art decó de la década de 1920.
Las habitaciones, o la mayoría de ellas en todo caso, son lo menos sorprendente del Beaumont, lo cual no es necesariamente una crítica cuando se trata de un hotel de lujo. Las estancias respiran una elegancia sutil muy en consonancia con su estética art decó, con paredes decoradas con retratos antiguos en blanco y negro y llamativos baños de mármol. Se diría que todo ha sido diseñado a conciencia, pero buscando ante todo la discreción y evitando efusiones innecesarias, más como un buen traje a medida que como un despampanante vestido de alta costura (de la ROOM de Antony Gormley hablaremos más adelante).
Es el bar y el restaurante, naturalmente, lo que hay que mirar con más de atención. El American Bar capta a la perfección el glamour de la Nueva York de entreguerras, un local sexy y a rebosar de clase. Con respecto al Colony Grill Room, poco se puede decir que no hayan dicho ya los críticos gastronómicos de Londres, algunos de los cuales se han quedado sin superlativos en su esfuerzo por hacer justicia al lugar.
Pero lo que quizá convierte al Beaumont en un vecino de pleno derecho de Mayfair, por extraño que parezca, es su “obra de arte”. Y no hablamos de los retratos que adornan sus paredes, sino de la gigantesca escultura del ganador del premio Turner, Antony Gormley: una especie de hombre de Minecraft de dos pisos de altura que se encarama como una descomunal gárgola a la esquina del edificio. El Beaumont es, hasta donde sabemos, el único hotel donde se puede dormir dentro de la obra de un artista contemporáneo: el interior de esa figura agazapada es ROOM, una habitación revestida de roble oscuro (atención, no apto para claustrofóbicos) pensada para “evocar una cueva, una tumba, una matriz o una celda acolchada” y contigua a una suite de hotel relativamente convencional. Si quienes se alojan en ella la consideran una crítica a la hostelería de lujo, la culminación de la misma o ambas cosas a la vez es algo sobre lo que usted mismo podrá reflexionar previo pago de unas dos mil libras por noche.