The Ritz-Carlton Montreal

En una ciudad con tantos pequeños hoteles independientes, el hecho de alojarse en un Ritz-Carlton podría considerarse un acto subversivo. Al igual que la ciudad de Montreal, el hotel goza de una gran riqueza histórica; desde que fue inaugurado en 1912 ha alojado todo tipo de personajes, desde Douglas Fairbanks hasta John Travolta.

Puede que el exterior del hotel irradie un esplendor con sabor antiguo, pero el interior es el resultado de una renovación de cerca de 200 millones de dólares. Quien espere encontrarse un minimalismo de esos que insisten a toda costa en lo moderno, se llevará una gran sorpresa: si bien han sido remodeladas cuidadosamente, las habitaciones están llenas de antigüedades, mármol y acabados dorados; si no fuera por el televisor y la conexión ethernet, podrían pasar por el decorado de una película de época.

A pesar de la antigüedad del hotel, las habitaciones son grandes y las comodidades, innumerables, con chimeneas de mármol y camas señoriales con sábanas de algodón egipcio de 300 hilos. Las zonas comunes son aún más opulentas: desde el suelo de mármol y los paneles de madera del vestíbulo hasta el salón de baile de la segunda planta y el Jardin du Ritz, un jardín muy cuidado rematado con una fuente y un estanque de patos.

El chef Daniel Boulud, con el prestigio de las tres estrellas MICHELIN concedidas a sus restaurantes, sirve maravillas culinarias desde su cocina abierta en Maison Boulud, incluidos platos tradicionales quebequenses y una magistral carta de 300 vinos. Mientras llega la hora de la cena, puedes tomar el té en el Palm Court o un preciado champán en el Dom Pérignon Bar. Además, a las puertas del hotel, te esperan infinidad de restaurantes y establecimientos comerciales: los grandes almacenes de Holt Renfrew y Ogilvy y las tiendas de diseño de la calle Ste. Catherine están muy cerca. También abundan las galerías de arte y museos, como el de Bellas Artes, y el antiguo puerto no está lejos si se va en taxi o en metro.