La Mamounia

Gracias a la gran reforma que sufrió, hoy en día La Mamounia parece más que nunca una fantasía: enorme, brillante, desmedida; una fastuosa combinación de Art Déco y tradiciones marroquíes con mosaicos, columnas pintadas y relucientes suelos de mármol. Los camareros con turbante, las bailarinas de la danza del vientre y los porteros con su fez reciben a las nuevas celebridades, entre las que se encuentran los Clinton, Naomi Campbell y Tom Cruise. Aunque hay que reconocer que la antigua entrada tenía encanto, resultaba demasiado pequeña, y por ese motivo ha sido sustituida por un inmenso hall de recepción ocupado por macetas de palmeras y fuentes en las que flotan pétalos aromáticos, con el perfume de 10.000 rosas impregnando el ambiente.
Lo que abundan en este lugar son, sin duda, las opciones. Las televisiones de todas las habitaciones están programadas con canales franceses, ingleses y alemanes, de modo que puede seguir conectado a las noticias de la BBC mientras escucha a los musulmanes llamar a la oración. El hotel cuenta con cinco restaurantes en los que podrá degustar cualquier especialidad que pueda imaginar, un centro de spa y un casino. Dispone de habitaciones decoradas como vagones de ferrocarril o como camarotes de un trasatlántico, y existen tres bungalows cerrados fuera del complejo, específicamente diseñados para los huéspedes que todavía practican la segregación de sexos. Todo esto puede resultar un poco abrumador, y es comprensible que unos pocos lloren la tranquila y apagada dignidad del antiguo Mamounia.
A este respecto, le daremos unos pequeños consejos para su estancia. Cíñase a la comida marroquí, verdaderamente genuina, elaborada por los fornidos brazos de un equipo íntegramente femenino (las mujeres son consideradas como las mejores cocineras del país). Tómese una copa en el Bar Churchill, uno de los últimos resquicios del antiguo estilo del Mamounia, con sus asientos cromados de cuero negro. Y no olvide que el puesto de suite con más encanto se lo disputan la Baldaquin y la Suite Churchill.
Tampoco puede abandonar la ciudad sin haber salido de compras. El hotel se encuentra en medio del especiado casco antiguo de Marrakech, a tan solo unos pasos de las tiendas en las que los comerciantes pregonan su mercancía: canela, seda y plata. Si es usted mujer, no olvide llevar vestidos de gasa y tacones de aguja para la noche, ya que se verá rodeada de estrellas, diplomáticos y mujeres trofeo. Si todo esto llega a saturarle, pasee por los jardines. Hace trescientos años, el rey sentía tal predilección por este jardín de más de 7 hectáreas, con sus olivos y aromáticas buganvillas, que se lo ofreció a su hijo como regalo de boda. En la actualidad, es el único rincón del hotel que escapó a la renovación, y sin embargo se mantiene tan bello como siempre.