Al Moudira Hotel

Puede que el nombre del hotel —en español, «el que manda»— suene más poético en árabe, pero resulta muy apropiado para resumir la sensación de alojarse en un palacio como éste. A pesar de su estilo tradicional, se trata de una nueva construcción que, enclavada aquí, en medio de la nada, debe de parecer una suerte de locura. El hotel, rodeado de las tierras de labranza que se extienden en el margen oeste del Nilo, se encuentra muy lejos de las aglomeraciones de turistas de la orilla este y más cerca de su objetivo: el Valle de los Reyes.
El adjetivo «tradicional» se queda corto para describirlo. Las 54 habitaciones del Al Moudira son grandiosas y ricas en ornamentos: más de cincuenta metros cuadrados de piedra, baldosas, oro batido y muebles antiguos. Si bien es cierto que los cuartos de baño estilo hammam son espaciosos y luminosos, no le quitarán del todo las ganas de ir al spa: la piscina y los baños turcos son visitas obligadas y sumamente tentadoras después de una jornada de calor y polvo en Luxor, Karnak o los valles.
El Al Moudira está tan apartado de todo que los huéspedes dependen enteramente de la comida y el entretenimiento que les ofrezca el hotel. Esto sería un inconveniente si no fuera porque está a la altura de las circunstancias: en la Gran Sala se sirven platos de Oriente Medio y Europa bajo arcos de piedra y arañas de cristal, y los cócteles son la especialidad del bar Colonial y el Oriental, aunque cuando brilla el sol, también es un placer degustarlos junto a la piscina.