Casa Del Mar

Si el karma existe, el hotel Casa del Mar tiene que haber pagado ya todas sus deudas. En los años 20, Santa Mónica era sinónimo de fiesta y el Club Casa del Mar era el punto de encuentro, al menos para cineastas como Charlie Chaplin y Mary Pickford. Construido con dos millones de dólares, en los tiempos una cifra insólita, era el lugar al que acudían las estrellas para conseguir el indulto por su gusto por lo ilegal. Tenía las mejores salas de apuestas, y sin punto de comparación (recuerde que era la época de la Ley seca) los mejores cocktails. El hotel mantenía una relación «especial» con la policía, que les avisaba previamente de las redadas, concediéndoles el tiempo suficiente para retirar las máquinas y las botellas de ginebra. Esto cambiaría en la Primera Guerra Mundial, cuando el edificio se utilizó como residencia militar y, a continuación, como sede central de Synanon, clínica de rehabilitación de mala fama (de culto para algunos). La Casa pasó de incitar al vicio a detenerlo.
En 1999 la Casa fue rehabilitada por los propietarios del hotel vecino Shutters on the Beach. Pero, así como Shutters es una comodidad contemporánea y sin pretensiones, Casa del Mar es una alta regencia con candelabros de lágrima, ventanales del suelo al techo y palmeras en macetas. Los suelos son de mármol y las cortinas de seda dorada. De hecho, muchos visitantes se desconciertan ante la naturaleza de su apariencia East Coast— una mansión Hudson River o Newport caída accidentalmente en la playa de California. Pero ni los Astors tenían un cuarto de baño que hiciera sombra al de la Casa. Las bañeras tienen 42 chorros y las duchas son suficientemente grandes como para invitar a gente a tomar el té. Podría decirse que los baños son lo más destacado de las habitaciones de Casa del Mar, todos ellos decorados con los mismos motivos asalmonados y estampados. El Principito junto a la cama, un osito de peluche sobre la almohada y un patito de goma en el baño son detalles un poco extraños para nosotros, pero sin duda alguna, una auténtica delicia para los jóvenes de espíritu.
Pero en la parte de abajo, la Casa del Mar se conserva tal cual era antiguamente. El bar es una combinación de aglomeraciones del mundo de la moda y de la prensa en el que musas perfectamente peinadas intercambian besos al aire frente a flautas de champagne. Y para aquellos a quienes es realmente difícil impresionar, está el edificio original de 1926, que, con sus ventanas en saliente de varios pisos y el salón de baile que se abre a la playa es, si cabe, más maravilloso