XV Beacon
Todas las habitaciones cuentan con fax y tres teléfonos, así como servicio de habitaciones 24 horas para viajeros procedentes de todos los husos horarios imaginables. En el cuarto de baño encontrarás todo tipo de productos de belleza, y no nos referimos a las cremas de Chanel que ocupan los vestidores de las grandes damas de Boston, sino a una serie de estimulantes productos de lujo para cuya elaboración no se ha experimentado con animales para hombres y mujeres: almohadillas para los ojos rellenas de semillas de linaza, loción de menta para los pies, jabones de aceite vegetal e incluso un paquete de productos de aromaterapia para combatir el jet lag. Pero a pesar de estos detalles a la última, el XV Beacon no deja de ser un hotel de Boston, dotado de un estilo que puede definirse como esnob de Nueva Inglaterra, aunque con un toque diferente. Su restaurante, que recibe el apropiado nombre de The Federalist, sirve pasteles de almejas y solomillo Wellington, además de abulones salteados, y su bodega de vinos, poseedora de más de treinta y una mil botellas, haría las delicias de cualquier paladar de la vieja escuela. Las sesenta señoriales habitaciones del hotel le otorgan un ambiente de club de élite, y el edificio de estilo modernista, construido en hierro fundido y piedra caliza, encaja a la perfección en la arquitectura arcaica y distinguida de la zona.
Pero nada caracteriza tanto esta modernidad como la decoración. Todo el hotel está impregnado de la paleta de colores café típica de la vieja Nueva Inglaterra: plata, moca, habano y crema. El ascensor original de hierro fundido le llevará hasta su piso; una vez allí, encontrarás unas habitaciones distinguidas, revestidas de madera oscura y colchas de terciopelo, y dotadas de camas con dosel e incluso chimeneas, que aportan un toque hogareño, pero totalmente funcional (y nada despreciable) cuando nieva en el exterior. En todo caso, no es el hotel que elegiría su madre (a la que encontrará tomando el té en la acera de enfrente, en el Four Seasons). Las chimeneas son de acero inoxidable, y los candelabros de las mesas de la sala de estar miden más de medio metro.
Si bien los bustos de mármol suelen parecer amenazadores, en el Beacon adquieren proporciones desmesuradas y aparecen colocados en los lugares más inusuales, lo que les confiere un toque de complicidad con el espectador. Lo mismo se aplica a las columnas quebradas que siembran el suelo de The Federalist. El XV Beacon carece de un diseño industrial hipermoderno; su estilo recuerda más bien al surrealismo de finales de siglo, para lo que utiliza objetos familiares de forma nada convencional, algo más propio de René Magritte que de Karim Rashid. Boston no está aún preparada para los sofás Barbarella, ni lo estará nunca, ya que parte de su encanto reside en la estética americana arcaica de la que tanto presume. Y es que no se ama Boston por las ventajas que ofrece como ciudad, sino por su historia, y en cierto modo, también por su monotonía. A pesar del estilo que rebosa este hotel, en él te sentirás parte de Boston.
Localización
Puntuación y Reseñas de los Huéspedes
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