Le Pigonnet

Los paisajes franceses han inspirado a innumerables artistas. A Van Gogh le fascinaba la luz de Arlés y Monet encontró en su jardín de Giverny toda la inspiración necesaria para pintar sus famosos nenúfares. Paul Cézanne, que vivió y trabajó en Aix-en-Provence, solía ir a lo que hoy es el hotel Le Pigonnet —por aquel entonces una finca privada— y, plantando su caballete en algún rincón del jardín, tomaba sus propias instantáneas pictóricas de los viejos castaños y de la silueta de la montaña Sainte-Victoire levantándose a lo lejos.

Aunque nunca haya sentido la llamada de las musas, es posible que, al poner el pie en los terrenos de esta encantadora villa del siglo XVIII, le entren ganas de blandir un pincel o al menos de intentar ser creativo con la cámara de tu smartphone. Le Pigonnet es un lugar que se ha beneficiado enormemente de años de cuidadoso mantenimiento y los propietarios del hotel han hecho muy bien en dejar estos terrenos casi como estaban: esta hectárea y media de jardines paisajísticos, árboles longevos, pérgolas cubiertas de hiedra y fuentes de piedra era una maravilla hace ya un siglo y, siendo así ¿para qué cambiar algo que no se puede mejorar? Y si el lugar fue capaz de inspirar al padre de la pintura moderna, ¿qué pega le podríamos poner nosotros?

El interior ya es otra historia. La fachada provenzal del edificio principal sigue siendo la misma, pero por dentro, el diseño es contemporáneo. Las habitaciones estándar tienen un look algo más tradicional —a ello ayudan los pesados cortinajes—, pero las suites lucen un papel pintado metálico que dudamos se hubiera inventado en tiempos de Cézanne. Las habitaciones varían entre sí: unas tienen ducha, otras bañeras y todas cuentan con comodidades como cafetera Nespresso, wifi de alta velocidad y minibar con aperitivos y bebidas típicos de la zona.

Reserva con tiempo en La Table du Pigonnet: este restaurante compuesto por un comedor y una terraza goza de mucho renombre en la zona. También podrás darse un chapuzón en la piscina descubierta o sentirte como un auténtico provenzal jugando a la petanca. El encantador bar Côté Jardin te invita a disfrutar de un aperitivo al aire libre, aunque, si prefieres hacerlo a cubierto, para eso está el bar 1924. Es tentador quedarse en el hotel, pero sería una pena perderse la ciudad: para sumergirse de lleno en el hechizo de Aix-en-Provence, pide al personal que te indique cómo llegar a Les Deux Garçons, una brasserie frecuentada desde hace tiempo tanto por pintores como por escritores.