Le Negresco

Si hay algo que no se puede decir sobre el Hôtel Le Negresco, un gran e impresionante palacio, con una cúpula rosada frente a la Bahía de los Ángeles en la Riviera francesa, es que le falta carácter. En una ciudad con tantos célebres hoteles señoriales, Le Negresco podría llevarse el premio del más renombrado. Fue fundado por el hijo de un violinista gitano, e inmediatamente atrajo una larga lista de duques, condes y reinas. En tan sólo su primer año de funcionamiento registró una ganancia fructífera de 800.000 francos de oro. Poco después se convirtió en un hospital de la Primera Guerra Mundial a costa del propietario, acto seguido lo dejo en la bancarrota dentro de los primeros cinco años de su inauguración. Consecuentemente, el ilustre hotel estuvo a punto de caer en el olvido, pero ahora luce, de nuevo, como uno de los hoteles más elegantes de Niza.

Si la opulencia no es lo suyo, quizás este no sea el hotel para usted. Pero, ¿es que realmente podemos criticar a un palacio-hotel en la Riviera francesa por su exceso de lujos? El Royal Salon, donde se puede tomar una taza de té antes de ir a la playa al otro lado de la carretera, gira en torno a una lámpara de araña que contiene 16.800 piezas de cristal Baccarat; ésta cuelga de un gran techo abovedado rodeado de querubines en vidrio de colores y de vides de oro que trepan por las columnas del salón hacia las molduras de corona. En el restaurante Chantecler las mesas están adornadas con manteles de lino de color de rosa, y cuentan con frescos centros de mesa y lo que a primera vista parece ser las copas suficientes como para abarcar el contenido entero de las 15.000 botellas de vino en la bodega. Las paredes de madera tallada del restaurante están terminadas en un barniz elaborado por más de 250 e inevitablemente ayuda a destacar las bellas sillas tapizadas en terciopelo de color fucsia a su entorno. Dentro del palacio también encontrará un segundo restaurante al estilo de un carrusel de Pompadour, muchísimos cuadros enmarcados en oro, esculturas dignas de un museo de arte por dondequiera y—pues bueno, consigue la idea.

Las habitaciones, decoradas con antigüedades y obras de arte según su gusto de estilo Art Deco, barroco o estilo clásico, no son menos lujosas que los elegantes espacios públicos. Cuente en disfrutar de los diseños intrincados de las paredes empapeladas, de cabeceras enormes que pudieran acomodar a un rey dormilón, y por supuesto espere ver muchas molduras clásicas y lámparas de araña. Aparte de los tres estilos, las vistas son las que realmente distingue las habitaciones. Las habitaciones con vistas hacia el mar, muchas de ellas con ventanas de piso a techo detrás de las cortinas ondulantes, son las reservas ideales. Aunque aquellas que gozan de una vista hacia el jardín, al lado opuesto del palacio, no son nada para menospreciar tampoco.

Mire donde mire, puedes notar que existe una plétora de detalles de la historia francesa. Así que cuando comience a sentirse perdido en la Época de Oro francesa como en una escena tomada de Medianoche en París de Woody Allen, solamente se precisa llamar al conserje para convocarle un helicóptero de vuelta al siglo XXI, o adondequiera que usted desee ir.