Hotel Yountville

Podría decirse que esta es la capital gastronómica de los Estados Unidos. Yountville es un pueblo de Napa Valley que tiene más restaurantes con estrellas Michelin per cápita que cualquier rincón del mundo, y el panorama hotelero de este lugar va camino de ponerse a la altura del gastronómico. He aquí un magnífico ejemplo. El Hotel Yountville tiene un perfil moderno que lo distingue de las casas solariegas toscanas y los châteaux franceses con torrecillas que antes predominaban en la zona. Es la prueba de que la región vinícola del norte de California se ha librado en gran medida de su complejo europeo y ha empezado a desplegar sus virtudes naturales, como la sostenibilidad, el reciclaje y la recuperación.


No solo nos referimos al reciclaje de materiales, sino también a la recuperación de las formas tradicionales. En este caso, se trata de un motel de carretera, transformado con destreza por Lisa Holt y David Shapiro en un complejo hotelero boutique contemporáneo. En la propiedad de dos hectáreas hay ochenta suites, dispuestas al estilo de las villas de una finca de campo pequeña, con entradas privadas y patios íntimos. En los interiores sin paredes de la amplia Yountville Suite, la chimenea de piedra de Napa, el techo abovedado con vigas al descubierto, el suelo de roble oscuro alemán y los muebles de madera de teca forman un conjunto armonioso. Es un claro ejemplo de la belleza natural que puede extraerse de los materiales de construcción reciclados y recuperados. Esta estética se repite en las treinta y dos habitaciones de tamaño medio, que también están equipadas con jacuzzis de dos plazas, duchas tipo lluvia y camas king vestidas con ropa de cama italiana.


Semejante lujo, diseñado con inteligencia, puede hacer que uno no desee salir del hotel, y el restaurante, que ofrece platos norteamericanos modernos elaborados con ingredientes frescos traídos directamente de la granja a la mesa, así como la completa oferta de servicios del spa hacen que resulte aún más difícil abandonar el lugar. No obstante, te recomendamos que dejes un hueco para disfrutar de los manjares de Thomas Keller en el Ad Hoc, el Bouchon y el French Laundry que se encuentran a solo unos minutos a pie.