Beau-Rivage Palace

Siendo uno de los últimos hoteles de gran lujo tradicionales de Europa, el Beau-Rivage Palace en Lausana evoca los días en los que los aristócratas viajaban en diligencia. Dentro de sus cuatro hectáreas de jardines, frente al lago Ginebra, uno puede tener fácilmente la sensación de haber viajado en el tiempo. Las vistas son espectaculares. Las mejores habitaciones se asoman al lago y a los Alpes franceses. Y el hotel mismo es todo un regalo para los ojos. Pese a su reciente renovación, el exterior se mantiene fiel a su concepción del año 1861 y a la ampliación de 1908.

Las habitaciones tampoco han cambiado mucho con el paso de los años, aparte de la introducción de los televisores y el aire acondicionado central. De no ser por estos detalles, podrían pasar por reconstrucciones de época. Igualmente, el hotel es anterior a la tendencia moderna de ofrecer un diseño igualitario en todas las habitaciones y, por lo tanto, aquí las habitaciones varían mucho en espacio y orientación. No hace falta decir que las más cotizadas son las que dan al lago, con vistas a los Alpes desde sus balcones privados. En cuanto a las actividades de ocio, el hotel incluye la oferta completa típica de los hoteles de lujo: tenis, golf, vela y tratamientos corporales como reflexología, drenaje linfático y medicina china.

En el restaurante del hotel, llamado Rotonde, se puede degustar una exquisita cocina francesa gourmet con vistas al parque y al lago Ginebra. Cuenta igualmente con una brasserie de estilo parisino para tomar algo en un marco más informal. Además, ofrece dos bares: el Bar Anglais, más tradicional y con un ambiente de salón íntimo, y Le BaR, un lugar al que hay que ir a ver y a dejarse ver. En definitiva, el encanto del Beau-Rivage es que es uno de los pocos hoteles que aún existen para los aristócratas modernos.