Mandarin Oriental Hong Kong

Lo cierto es que desde fuera no parece gran cosa, pues no deja de ser un edificio bajo de cemento ensombrecido por los imponentes rascacielos de cristal que lo rodean (quizás éste es el motivo por el que las fotos del folleto han sido tomadas desde tan lejos). Visto desde dentro resulta todavía menos impactante, con su hall de mármol rosa y esos leones de piedra que tanto se estilan en Hong Kong. Y, sin embargo, fuentes fidedignas insisten una y otra vez en que se trata del mejor hotel de Asia y, posiblemente, del mundo entero.
¿A qué se debe esta fascinación? Es bien sencillo. Las habitaciones (en las que, como en el hall, prima el confort sobre la estética) envuelven al huésped en una sensación de plenitud y bienestar absolutos (además de ser bien bonitas), hasta tal punto que deseará permanecer en ellas toda su vida. Sus inmensas camas con dosel y cortinas blancas parecen recién salidas del Masterpiece Theatre y los cojines son los mejores del mundo. Asimismo, ofrecen vistas espectaculares del glorioso Puerto Victoria o bien una impresionante panorámica de la ciudad al caer la noche, con su hermoso juego de luces. Utilice los prismáticos para no perder detalle. Quizás no consiga ver pájaros, pero le aseguramos que la experiencia merece la pena.
Otro de los secretos del éxito del hotel es sin duda el servicio. Es posible que el hotel Peninsula tenga mayordomos, pero la verdad es que en el Mandarin Oriental ni siquiera hacen falta. Desde el primer momento se dirigirán a usted por su nombre, algo que seguirán haciendo durante toda su estancia en el hotel.
Y, por último, está el ambiente. Desde que abriera sus puertas, el Mandarin ha conseguido atraer a los hombres más sexys del planeta. El restaurante Vong es excelente, aunque puede vivir una experiencia culinaria semejante en Londres o en Nueva York. En su lugar, no pierda detalle de los miembros de la realeza que se pasean por la zona de la piscina, de los exclusivos representantes de la jet set que se reúnen en el Clipper Lounge y de la peculiar clientela del Captain’s Bar, donde los grandes magnates de la industria cierran tratos multimillonarios y los banqueros europeos beben con generosidad a la vez que disfrutan de la compañía de atractivas señoritas. Nos encontramos en un lugar que no entiende de clases: aquí todos son iguales, siempre y cuando tengan un buen fajo de billetes en el bolsillo… Sin duda el Mandarin Oriental es una ventana abierta a la democracia, al menos al concepto de democracia que se estila en Hong Kong.