Hotel Q!

El nuevo Hotel Q! de Berlín tiene tanto estilo como cualquiera de las tiendas de moda que se encuentran a la vuelta de la esquina, en Kurfürstendamm, y además es un poco más asequible. A diferencia de otros hoteles vanguardistas, por ejemplo, de Londres y de Milán, el Q! es la prueba de que unos interiores de alto diseño no tienen por qué ser sinónimo de precios desorbitados.

Si bien es cierto que el diseño es ultramoderno y minimalista, la firma Graft, con sede en Los Ángeles y en Berlín, ha tenido mucho cuidado de evitar los estereotipos del hotel de diseño moderno. La gama de colores abarca desde un rojo intenso y el castaño de la madera noble hasta un blanco aséptico, y los típicos cuartos de baño con paredes de cristal se han desechado en favor de toda una innovación del Q!: las doce habitaciones que están equipadas con bañera, la tienen esculpida en terracota gris pizarra e integrada en unas consolas con paneles de madera anexas a la cama.

Los muebles y los televisores con pantalla plana están integrados en unas paredes inclinadas estilo Kubrick que describen una curva donde tocan el techo y el suelo y confieren un sabor retro a la decoración modernista. En cuanto a las zonas comunes, el estilo es más atrevido, si cabe, con unas superficies curvilíneas cubiertas de linóleo rojo y una iluminación tenue y efectista. El bar del hotel parece el decorado de una sesión fotográfica de moda, y probablemente estaría lleno si no estuviera reservado exclusivamente para socios, entre los que se cuentan los huéspedes del hotel. Lo mismo sucede con el restaurante ecléctico y con lo que podríamos considerar el servicio más original que hemos visto en un hotel: la «sala de arena» climatizada, que es una especie de playa privada dentro del hotel, en la que los huéspedes se relajan en tumbonas, seguramente mientras piensan en el mar.