Mandarin Oriental Tokyo

Las vistas del Mandarin Oriental Tokyo son espectaculares: el hotel empieza en la trigésima octava planta, una altura desde la que se abarca prácticamente todo Tokio. Los interiores son un poco más tradicionales que los de los demás Mandarin, con una decoración conservadora que encaja perfectamente en Nihonbashi, el barrio bancario en el que se encuentra el hotel. Las habitaciones lucen una elegancia sobria —ningún decorador se atrevería a competir con semejantes ventanales— y un lujo casi excesivo, sin dejar de ser funcionales, con sus enormes televisores de pantalla plana de cuarenta y cinco pulgadas y sus inmensos cuartos de baño, que bien podrían confundirse con el spa.
Aunque, bien pensado, el spa es inconfundible: hay que verlo para creerlo. La oferta culinaria también es impresionante, demasiado nutrida como para recitarla de memoria: desde excelentes establecimientos de cocina italiana y cantonesa hasta el restaurante de influencia francesa Signature, e incluso el minúsculo (seis asientos) y futurista Molecular Bar de la esquina del Oriental Lounge, en el que se sirven minitapas. Tendrás que hacer alarde de un autocontrol extraordinario para no gastarte todos los yenes antes de salir de compras: Nihonbashi linda con el barrio alto de Ginza y no cuesta nada llegar a algunas de las mejores tiendas de Tokio.