Georges Blanc

En Vonnas, un aletargado pueblo de Bresse, se encuentra uno de los mejores restaurantes de Francia, rematado con un precioso mesón rústico, a orillas de un río que serpentea mansamente entre prados de flores silvestres. Si bien es cierto que George Blanc es uno de los chefs más célebres del país y que su restaurante de tres estrellas constituye el principal atractivo de este lugar, el hotel tampoco parece ninguna idea improvisada: la familia Blanc lleva sirviendo poulet de Bresse a huéspedes satisfechos desde antes de la Revolución.
El hotel propiamente dicho hace alarde de una elegancia y una naturalidad equiparables a las de la cocina. Las habitaciones lucen un estilo contemporáneo con detalles clásicos del medio rural, como las vigas que sostienen el techo del ático o la carpintería clásica de Bresse. Las habitaciones son realmente sencillas, con antigüedades, pero en su justa medida, y unos cuartos de baño alicatados muy modernos, bien iluminados y provistos de amplios espejos. Además del bar y del salón —los servicios de rigor—, hay una piscina en los jardines que se extienden entre los ríos Veyle y Renom y una pista de aterrizaje para helicópteros, por si debe hacer una entrada triunfal.
El restaurante Georges Blanc está cortado por el mismo patrón. El comedor, con su tapicería de motivos florales y sus sillas estilo Luis XIII, es ligeramente ostentoso, pero la cocina es fruto de la tradición local y se centra especialmente en la langosta, el cangrejo y esos pollos tan elogiados. Más abajo, en la misma calle, se encuentra L’Ancienne Auberge, otra propuesta más económica e informal de Georges Blanc, a base de suculentos platos de auténtica cocina casera.