Grand Hyatt Tokyo

A grandes rasgos, el Roppongi Hills es el Rockefeller Center japonés: un proyecto de desarrollo urbano multimillonario, con establecimientos comerciales y restaurantes. El edificio más emblemático del complejo es la torre Mori, que alberga un museo de arte moderno en su planta 53. Junto a esta torre se encuentra el último edificio construido en Roppongi Hills: el flamante Grand Hyatt Tokyo de 390 habitaciones.

El Grand Hyatt no es tan suntuoso como el famoso Park Hyatt de Shibuya, pero demuestra que el diseño moderno y los grandes hoteles de negocios son compatibles. Desde el amplio vestíbulo, con sus enormes cabezas esculpidas (se lo aseguramos), hasta la excepcional piscina de granito rojo, el diseño del Grand Hyatt no tiene nada que ver con el estilo aséptico e impersonal de la mayoría de las cadenas de hoteles para empresas.

Las habitaciones son igualmente imponentes; nada más llegar a la entrada, nos reciben unas puertas lisas, que imitan las tradicionales puertas correderas japonesas. Una vez en el interior, descubrimos unas habitaciones de hotel que probablemente se encuentren entre las más elegantes del mundo, con un diseño absolutamente contemporáneo y todas las comodidades de hoy, que incluyen sábanas de Frette, conexión a Internet y equipos para el ocio que parecen sacados de una película de ciencia ficción; aquellos huéspedes que no se lleven especialmente bien con la tecnología, quizás deseen que les acompañe un amigo que les ayude a utilizar el mando a distancia.

No obstante, los cuartos de baño son aún más extraordinarios, con una ducha independiente y una bañera rebosante, al estilo tradicional de los ofuros japoneses: como si pudiéramos disponer de nuestro propio spa o de un parque acuático particular; desde luego, es toda una experiencia, incluso para aquellos que no sean unos fetichistas de los cuartos de baño. También hay una pequeña pantalla de cristal líquido que le permitirá estar al tanto de todo sin moverse de la bañera en todo el día; aunque para ello tendrá que tener cuidado con no pasarse con el vapor.

Una característica exclusiva de este hotel son sus dos estancias reservadas para la celebración de bodas, ambas diseñadas por Super Potato, una innovadora empresa de Tokio; son espectaculares y merece la pena echarles un vistazo, incluso si, al igual que el 99% de los huéspedes, no tiene ninguna intención de casarse durante su estancia en el hotel. La primera de ellas es la Gran Capilla occidental, decorada, indudablemente, al estilo japonés, con oscuras paredes de cedro y numerosos bancos minimalistas del mismo tono y material, sobre un fondo claro, y con cámaras de vídeo de gran calidad a disposición de los invitados para inmortalizar el acontecimiento. La segunda, el santuario Shinto de la tercera planta, quizás sea aún más excepcional, con su suelo de pino australiano y su celosía de ciprés, que realza la luminosidad de la estancia principal ―a pesar de la ausencia de ventanas y tragaluces―, y una antesala oscura, con suelo de granito negro y techo de palisandro con acabado de uretano, que crea un fuerte contraste desde un punto de vista simbólico.

El Roppongi está muy bien situado y, desde las habitaciones del ala oeste del hotel, se domina el Monte Fuji, aunque los huéspedes que aún estén padeciendo el desfase horario pueden correr las cortinas opacas con un mando a distancia. En general, el hotel es excelente y está a la altura de hoteles como el Park Hyatt y el Four Seasons, aunque no cuente con su caché (ni sus precios). No cabe la menor duda de que es un hotel de lujo con personalidad; y, en definitiva, eso es lo que importa.