Katikies Santorini

En Santorini, lo que cuenta es el panorama y probablemente no haya otro mejor que el que se domina desde la piscina del Katikies: la caldera volcánica sumergida de la isla y, detrás, el mar. El hotel es un auténtico regalo para la vista: una construcción blanca y reluciente, que constituye una versión modernista de las típicas casas enclavadas en acantilados y se extiende pendiente abajo, a unos cien metros por encima del nivel del mar.
Las habitaciones no desaprovechan la situación privilegiada del hotel; hasta las habitaciones estándar tienen terrazas privadas y las mejores suites disponen de dormitorios abuhardillados con ventanales que dan al mar. Algunas, incluso, ofrecen comedores al aire libre en la terraza y, en el caso de la Katikies Suite, un salón que no tiene nada que envidiar a muchos bares al aire libre. Los interiores son sobrios y blancos, al estilo tradicional de las islas griegas, pero sin caer en el minimalismo: hay antigüedades y también mármol, pero en pequeñas cantidades y con buen gusto.
La escalinata que lleva a la calle no es moco de pavo; de hecho, muchos huéspedes prefieren salir lo menos posible. Por suerte, el hotel ofrece un amplio abanico de restaurantes: el restaurante de cocina mediterránea de la azotea, con mesas dispuestas en una galería al aire libre, el de la piscina, para una ocasión más informal, y el White Cave, la opción más íntima, con sólo tres mesas en una cueva natural, desde la que se domina la caldera.

Aviso: El hotel no admite menores de 13 años en la propiedad por razones de seguridad.

El hotel se encuentra a aproximadamente 11 millas (18km) del aeropuerto Santorini y el puerto de Santorini.