Rosewood Inn of the Anasazi

En esta antigua penitenciaría de Santa Fe, hay muros de adobe, suelos de madera y chimeneas de obra que funcionan con gas en todas las habitaciones. El aroma a piñones penetra en el ambiente, las alfombras tejidas a mano calientan sus pies sobre el suelo y los aceites de baño impregnan el agua con fragancia de cedro, además de una original comida del Suroeste que incluso los lugareños consideran la mejor de toda Santa Fe. Por la noche, se verá rodeado por exquisiteces tales como delicias de coco y fresas cubiertas de chocolate. En los momentos que no esté comiendo, durmiendo o bañándose, lo mejor es tumbarse en el sofá del salón frente a la chimenea, donde podrá saborear perezosamente un cóctel a partir de las once de la mañana.

No solo se dice que es el mejor hotel de la zona, sino uno de los mejores hoteles de los alrededores. Y mejor aún, el Anasazi es un hotel con conciencia. Por ejemplo, se decidió remodelar la cárcel de la ciudad porque ecológicamente era menos perjudicial que construir un edificio nuevo (hay que reconocer que las habitaciones del Anasazi son algo pequeñas, pero no parece importarle a nadie). Su baño y ducha son respetuosos con el medio ambiente, sus artículos de perfumería son orgánicos, y los perros y los niños son bienvenidos. Y también tiene conciencia política.

El Anasazi, que toma su nombre de la desaparecida tribu que habitaba en los acantilados, se esfuerza por emplear el talento de americanos nativos en sus muebles y su espiritualidad en el ambiente. Después de todo, el hotel se inauguró con una ceremonia tradicional de bendición. Por lo tanto, no dude en mimarse en este lugar. No estará provocando ningún sufrimiento en el mundo al hacerlo.

Una advertencia: el horario del Anasazi es civilizado. El bar y el servicio de habitaciones cierran a las doce. Hay comida fría especialmente preparada para las aves nocturnas pero, al igual que el resto del centro de Santa Fe, no se espera que siga despierto pasada la medianoche (hay muchas galerías de arte y librerías durante el día, pero no existe la vida nocturna). Por lo tanto, el Anasazi no es para todo el mundo. Si usted es de los que cena a las doce de la noche y se acuesta con el amanecer, es posible que no quiera pasarse. Y lo mismo si es alérgico a lo políticamente correcto que respeta y es responsable con el medio ambiente. El Anasazi solo es apto para paladares escrupulosos a la par que autoindulgentes. El Anasazi está dedicado al viajero maduro (en gustos, si no en años) cuya idea de un día perfecto sea coleccionar arte por el día y acurrucarse junto a la chimenea por la noche, y cuya idea de una actividad perfecta sea escuchar el tranquilo y susurrante aire del desierto.