Mama Ruisa Boutique Hotel

Si bien es cierto que no es tan típico como Copacabana e Ipanema, el otrora pintoresco y bohemio barrio de Santa Teresa cada vez está más frecuentado por los viajeros más elegantes y, desde luego, ya no puede considerarse un secreto. No obstante, algunas calles tranquilas, el traqueteo de los tranvías y algún que otro rinconcito rodeado de árboles que lo resguardan del sol han inmortalizado parte del encanto romántico de Santa Teresa. El Mama Ruisa es uno de esos rinconcitos en los que se detuvo el tiempo, un hotel boutique de siete habitaciones en una mansión tradicional.

Los siglos de antigüedad de la elegante casa se aprecian en detalles como los techos altos, las habitaciones amplias, la escalera de madera y el porche, que pide a gritos una mecedora para sentarse a leer un libro y tomar una limonada. Por muy campestre que resulte esta imagen, el Mama Ruisa no parece un hotel rural para excursionistas; también tiene un sabor urbano, que su propietario francés y brasileño cultiva con esmero.

La antigua decoración de la mansión prácticamente brilla por su ausencia. Los óleos se han sustituido por cuadros de Jean Cocteau, unas sencillas mesas de centro ocupan el lugar de los antiguos muebles lacados y ornamentados, y se han desechado las camas con dosel en favor de un estilo minimalista, con sábanas blancas y tejidos con estampados llamativos. Los detalles más intemporales del diseño original —como los suelos de madera noble y las puertas del suelo al techo de los balcones privados— se han conservado en las suites temáticas, que se inspiran en héroes (y heroínas) francófilos, como Josephine Baker y Colette.

El magnífico y elegantísimo salón, provisto de unas puertas francesas que llegan al techo y dejan pasar la brisa marina, es casi tan coqueto como la lujosa piscina flanqueada por palmeras. No obstante, las mejores vistas se disfrutan desde la terraza principal del Mama Ruisa. El hotel goza de una situación privilegiada en lo alto de una colina que permite a los huéspedes contemplar toda la bahía de Guanabara y la muchedumbre que se agolpa abajo, en las playas, mientras ellos, desde las alturas, se dan un festín de frutas tropicales para desayunar.