Nolinski Paris - Evok Collection

Alojarse en un pequeño hotel en una callecita de París, con habitaciones abuhardilladas y un minúsculo ascensor antiguo tiene, no decimos que no, su encanto. Pero alojarse por todo lo alto, en un gran hotel con su buena dosis de glamour y eso que los franceses llaman bon chic, bon genre (algo así como elegancia y exclusividad acompañadas de una nota burguesa) no deja de ser una excelente opción. Sean bienvenidos al Nolinski París si son de los que prefieren la segunda opción…
El primer gran punto a su favor es la ubicación. No en vano, el hotel se encuentra en la avenida de la Ópera (distrito I), no lejos de la Comédie Française y del jardín del Palais Royal y a algunos pasos más del jardín de Tuileries (o, lo que es lo mismo, del museo del Louvre).
Luego está el edificio en sí: por muy reciente que sea el hotel, el continente es eminentemente antiguo (de lo contrario no estaríamos en París). Su estilo combina la sofisticación clásica parisina con un toque moderno: imagine un vestíbulo minimalista revestido con mármol de Carrara, enormes ventanales enmarcados por pesados cortinajes, panelados de madera oscura y, en las habitaciones, molduras originales puestas de realce por el moderno gris pizarra de las paredes.
Para más lucimiento de los materiales y de esa paleta en gris y blanco, el interiorismo tiene un cierto enfoque desenfadado y una estética basada en el “más es más”: las zonas comunes y las habitaciones son un derroche de esculturas, espejos y pinturas, curiosísimas lámparas, vivos motivos y estampados y pequeños ramos de flores completados, aquí y allá, con una lámpara retro, una radio vintage y pinceladas de color que van del verde esmeralda y el turquesa al burdeos y el naranja tostado. Pese a tanta grandilocuencia, el Nolinski es un hotel relativamente pequeño: solo 45 habitaciones y suites debidamente insonorizadas (poco importa pues que se halle en una de las zonas más transitadas de París). Los equipamientos de las habitaciones incluyen bases para iPod, televisores de pantalla plana y wifi gratuito.
El Grand Salon, en la planta baja y con techos de pan de plata y chimenea de bronce, es un marco único para disfrutar de momento de relax en un sillón giratorio al estilo antiguo mientras sorbe un aperitivo. La brasserie Réjane, con su barra de latón y su jardín de invierno, es otro lugar no menos encantador para tomar una copa o comer. Alojándose en un lugar tan estratégico, es posible que no planee pasar mucho tiempo en el hotel, pero el majestuoso spa La Colline, con sofás y sillones Luis XIV dispuestos alrededor de una piscina con paredes de piedra, es un lugar inigualable para recuperar fuerzas después de pasear, disfrutar de una comida o una copa, ir de compras o ir al teatro, que es seguramente para lo que ha venido a París…