Les Bains

Ian Schrager, cofundador del Studio 54, es también uno de los creadores del concepto de alojamiento boutique, por lo que de alguna manera el club nocturno más famoso de Nueva York puede ser considerado el ancestro de los hoteles boutique. Ahora, imagina que su equivalente francés cierra sus puertas anunciando su renovación y vuelve a abrir convertido en un hotel boutique de lujo… Eso es, básicamente, lo que ha ocurrido con Les Bains. A finales del siglo XIX, el lugar era un establecimiento de baños públicos que, en 1980, se convirtió en Les Bains Douches, un garito más o menos recomendable que fue adoptado rápidamente por no pocas celebridades. Ya en 2015, el lugar dio pie a una de las noticias más comentadas en el mundo de la hostelería.

En su momento de mayor esplendor, el lugar vio a pasar a personajes como Bowie, Jagger o Warhol (nuestro editor lo recuerda como el lugar que dio nombre al memorable álbum de Joy Division). Un joven Philippe Starck fue el responsable de su decoración en aquellos tiempos lejanos y, aunque posteriormente fue cerrado por obras en su estructura, siguió abriendo ocasionalmente para acoger espectáculos de artistas de calle underground. Algo así es todo un legado y su nuevo propietario, el cineasta Jean-Pierre Marois, hijo del propietario del edificio en sus años de gloria, es el primer interesado en asegurarse de que se mantenga fiel a su concepción.

Con ese fin requirió los servicios del arquitecto Vincent Bastie y los diseñadores Tristan Auer y Denis Montel, así como del director creativo Alexandre Kellas, conocido por su trabajo en el Château Marmont, en muchos sentidos el equivalente de Les Bains en Los Ángeles. Entre todos han creado un espacio con múltiples ambientaciones, donde cada espacio secundario es una escena completamente diferente, a veces bohemia, a veces barroca y a veces simplemente de otro mundo. La Salle à Manger es el bar restaurante que ofrece platos brasileños elaborados por el chef Bruno Grossi y cócteles preparados por el equipo de Pietro Costamagna, mientras que Le Réservoir es el comedor privado que ocupa lo que en su día fue un depósito de agua.

Más arriba, las habitaciones son de una sencillez relajante: lujosos refugios inundados de luz que prometen devolvernos la calma sin importar lo que hayamos estado haciendo la noche anterior. No es frecuente que un hotel boutique nos recuerde tan claramente lo que un día ya lejano hizo que nos gustara el mundo de la hostelería.