Baccarat Hotel & Residences

El buque insignia de Baccarat Crystal saca provecho de cada uno de sus 250 años de historia en este lugar, al sur de Central Park, donde se erige este llamativo coloso Midtown, justo frente al MoMA. Los diseñadores Patrick Gilles y Dorothée Boissier usaron con maestría la característica cristalería en todo el edificio, un contrapunto memorable a la reinante abundancia del beige en la zona. El vestíbulo, por ejemplo, tiene 2000 cristales Harcourt con luces LED integradas que se unen en un montaje que funciona las 24 horas del día. O el Grand Salon, un extravagante conjunto creado con paredes de seda plisada, paneles de hojas de plata, rosas frescas en ramos redondos y topiaria en la terraza, que tiene vista al museo. Si te acostumbras a la idea de que la decoración siempre lucirá más regia que tú, no tendrás ningún problema.

Hasta las más pequeñas de las 114 habitaciones superan los 37 metros cuadrados, espaciosas para los estándares de Manhattan. La paleta en tonos de gris, champaña, plomo y chocolate se interpreta como un apego absoluto al lujo tradicional, algo totalmente confirmado por la ropa de cama Mascioni con patrones de jacquard y las mantas de cachemira. A este nivel, la idea es mantener la funcionalidad prácticamente invisible: los enormes televisores de pantalla plana se esconden tras espejos ahumados, el moderno equipo de sonido espera discretamente a servir su función y tú controlas cualquier decisión práctica desde tu teléfono inteligente. Los baños, cómodos y de mármol, presumen de artículos de Francis Kurkdjian y del tipo de instalaciones que casi dan miedo tocar. Y para que no olvides quiénes son los dueños, el cristal fino destella desde lugares tan inesperados como la mesa de noche, los candelabros de pared y hasta el vaso para el cepillo de dientes.

Chevalier, el restaurante de la primera planta que cuenta con su propia entrada, despliega el genio de Shea Gallante a través de un increíble menú degustación. La gente lo describe como una brasserie parisina, pero, en realidad, es una inmersión en la gastroescultura que se originó en China. A nivel subterráneo se encuentra un elegante gimnasio que incluye una piscina de mármol de más de 16 metros y la primera aparición de La Mer Spa en Estados Unidos. El bar del piso superior no solo tiene una ecléctica colección de arte que data de la época de la fundación de Baccarat, sino que cuenta con un techo abovedado de unos 18 metros de altura desde donde cuelgan tres candelabros descabelladamente suntuosos.