Satoyama Jujo
La palabra satoyama –unión de sato (tierra cultivable) y yama (la montaña y sus bosques salvajes)– hace referencia a un tipo de asentamiento tradicional en el que el poblador se esfuerza tanto en sacar partido de las tierras arables que se extienden a los pies de las montañas como en preservar su biodiversidad. El resultado es un mosaico de bosques sabiamente gestionados, pastos, arrozales y redes acuáticas, en otras palabras, la tierra de la que este alojamiento extrajo sus materiales y sustento antes de convertirse en hotel. La puesta en escena del enorme vestíbulo –con su intrincado vigamen de olmo chino acabado con laca japonesa– muestra con orgullo esos orígenes. De hecho, la madera –en un sinfín de variedades– es la gran protagonista de los interiores, en los que alterna con numerosos grabados, tallas y piezas de diseño, entre ellas algunos muebles con la firma de artistas de la talla de Isamu Noguchi o Finn Juhl.
Toru Iwasa, hotelero responsable de la exhaustiva renovación del Satoyama Jujo, ha querido incorporar notas escandinavas a la arquitectura popular japonesa, una mezcla que funciona gracias a que ambas tradiciones comparten el mismo gusto por la artesanía, la robustez, la elegancia, la amplitud y la sensación de serenidad que desprende el minimalismo. Farolillos de papel –colgados con moderación para evitar el efecto cliché– confieren un aire entre festivo y ceremonial que contrasta agradablemente con las superficies de madera oscura. El efecto es más pronunciado en el salón de la entreplanta –la zona antes dedicada a la cría de gusanos de seda–, donde el huésped puede disfrutar de una copa de cortesía a partir de las 7 de la tarde. El restaurante Sanaburi, por su parte, propone maridajes vinos/platos. Estos últimos, procedentes del recetario japonés, están elaborados con ingredientes estrictamente locales y se adornan con acertadas notas esrilanquesas e indias. No te vayas sin probar el sake: Niigata es justamente famosa por ello.
El hotel dispone únicamente de doce estancias, incluidas dos suites tipo dúplex. Si hubiera más, se estaría sacrificando esa serenidad esencial para la experiencia. La estética está marcada por la filosofía washitsu: suelos de tatami, abundancia de luz natural filtrándose a través de grandes ventanales y sensación de espacio, sin necesidad de renunciar a comodidades (después de todo estamos en Japón) como el wifi o las pantallas planas. Se agradecen asimismo las numerosas atenciones y detalles: bebidas de cortesía en el minibar, edredones de plumas de fabricación francesa, calentador de toallas y pastel y té de bienvenida servidos en un exquisito servicio de porcelana Imari. ¿Estabas buscando un lugar donde acabar tu novela o disfrutar de la paz reparadora que proporciona un buen baño en aguas termales? No es necesario que sigas, acabas de encontrarlo…
Atención: El Satoyama Jujo no acoge a menores de 12 años.
Localización
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