Tigerlily

Al lado del Tigerlily, cualquier otro hotel parece convencional. Si bien se oculta tras las paredes de una casa georgiana protegida, el hotel es fácilmente reconocible por la fila de parranderos que esperan para entrar en el Lulu, la discoteca del sótano.
La parte del sótano es un lugar clave para el hotel. Quienes ya hayan intentado descansar en otro hotel boutique con discoteca de menor categoría, reaccionarán con desconfianza. Pero aquí no tiene nada que temer: desde recepción, cruzará el abarrotado salón del vestíbulo y le llevarán arriba, a una habitación engalanada con enormes sofás y mullidos edredones, cuya tranquilidad es inversamente proporcional a la intranquilidad de la multitud de abajo.
El estilo no es estrictamente sobrio —sus alegres pinceladas de colores vivos recuerdan los fascinantes años sesenta—, pero tampoco es puramente ostentoso, como el de muchos hoteles de diseño. Por supuesto, está equipado con toda clase de lujos, como, por ejemplo, unos cuartos de baño espaciosos, casi excesivos, y todo lujo de exquisiteces tecnológicas, desde televisores con pantalla de plasma hasta PSP. El restaurante del Tigerlily es un local con mucho estilo y también es bastante bueno, aunque el principal atractivo del hotel son las bebidas, ya sea en el salón del vestíbulo o abajo, en el Lulu, en el que los huéspedes entran sin hacer cola.