Boston Harbor Hotel

Boston tiene fama de ser una de las grandes ciudades más tradicionales de los Estados Unidos, y, se la merezca o no, no cabe duda de que no es exactamente la ciudad más moderna del mundo. Naturalmente, eso no tiene nada de malo; Boston compensa sobradamente su falta de virtuosismo estilístico con una grandiosidad clásica, que es lo que caracteriza fundamentalmente al Boston Harbor Hotel.
Si se llega por tierra, la inmensa entrada abovedada resulta imponente; aunque puede que sea más fácil (y más extraordinario) llegar a Rowes Wharf en yate o en taxi acuático directamente del aeropuerto de Logan. Si bien es imposible que los interiores puedan estar a la altura de la espectacularidad de la entrada, tampoco se les puede poner ninguna pega; son puro lujo de cinco estrellas: tejidos suntuosos, carpintería elaborada, mármol italiano y un regusto a la antigua Nueva Inglaterra, el justo para que no se nos olvide dónde estamos.
Las vistas a la bahía son sensacionales, y eso se nota en el precio, pero sería un poco retorcido alojarse en el puerto de Boston en una habitación con vistas a la ciudad. Las instalaciones del spa y del gimnasio (piscina cubierta incluida) son amplias, y el chef del restaurante ha sido galardonado con el premio James Beard. Es prácticamente imposible que ningún hotel de esta categoría pueda salir mal; lo que distingue al Boston Harbor es su personalidad.