Inkaterra Hacienda Urubamba

Un hotel podría estar ubicado en un lugar mucho menos hermoso que el Valle Sagrado de los Incas, en la ruta de Cusco a Machu Picchu. Y dado el paraje tan espectacular, un hotel podría ser aceptable aún con mucho menos de lo que ofrece el Inkaterra Hacienda Urubamba. Pero como el turismo peruano continúa en auge, especialmente entre los viajeros acomodados, la demanda por hospederías como Inkaterra parece ser insaciable (no se sorprenda si al marcharse su apetito sigue voraz).

El hostal, con sus 24 casitas separadas, está situado en cien acres de terreno sobre una ladera con vista hacia el valle y las pendientes verdes de las montañas como trasfondo. Ya no hace falta mencionar que hoteles como Inkaterra son tan sustentables como es posible: este cultiva sus hortalizas con métodos carbono cero, utilizando bueyes y herramientas manuales en lugar de técnicas agrícolas industriales.

También está de más decir que la sustentabilidad extrema puede coexistir cómodamente con el lujo de primera. Las habitaciones están diseñadas sin pretensiones, rindiéndole homenaje a la decoración y artesanía local, y las comodidades son discretas aunque de excelente categoría, incluyendo pisos con calefacción, edredones de plumas, y equipos electrónicos modernos. Además, algunos lujos trascienden el tiempo: la vista de los Andes desde su terraza privada, por ejemplo.

El restaurante, de concepto “tierra a la mesa”, le pone en contacto con la tierra como pocas experiencias culinarias pueden y como habría de esperarse, el bar del hotel sirve un pisco sour más que competente. Pero lo más que recordará sobre la Hacienda Urubamba puede que sean los alrededores. Desde este punto de partida los recorridos obsequian las dramáticas vistas del Camino Inca, sin las muchedumbres.