Edgar & Achille

Los aficionados al arte quizá estén pensando en Degas, pero la referencia al impresionista no encaja del todo con este hotel de aires hípsters acondicionado en un antiguo taller de confección. En realidad, Edgar es el nombre del hijo de Guillaume Rouget-Luchaire, el artífice del proyecto. Tras cerrar su restaurante en el barrio del Marais, este creativo visionario se encaprichó de un destartalado taller del Pequeño Egipto, una zona del centro de París en plena evolución. Para transformarlo, no acudió a un estudio de interiorismo, sino que prefirió proponérselo a su grupo de amigos, formado por diseñadores, cineastas y artistas. ¿El resultado? Un hotel boutique con un punto estrafalario pero chic, comparable a una gran instalación artística donde el huésped tan pronto puede disfrutar de un buen desayuno como disponer de una bicicleta de cortesía para improvisar una pedalada por el distrito II. Decir que sus habitaciones están personalizadas es quedarse corto. En realidad, cada una de ellas podría pertenecer a un hotel diferente. En el extremo opuesto a la sensual Ebène Rock, casi toda negra y diseñada por un creativo de Chanel, la Dream, con sus coches de juguete y sus figuras de acción, parece salida de la mente de un niño. La Chambre Perchée (“habitación suspendida”) es obra de un constructor de casas en los árboles, de ahí que predomine la madera y un estilo minimalista. Otras, como la Black & White de Pierre Frey son más clásicas y elegantes. Todo gira en torno al particular sentido de la estética de Rouget-Luchaire y a su gusto por el color y los estampados: suelos de baldosas, paredes color jade y elementos de estilo art decó combinados con las líneas depuradas del diseño escandinavo. Estilo y contenido. Al fin y al cabo, se trata de un hotel, no de un mero proyecto artístico, y cada habitación tiene mucho que ofrecer, empezando por la selección de tés, la fruta de cortesía o la conexión wifi. Los juegos de petanca y las cestas de picnic, previo encargo, acaban de completar la imagen de una idílica escapada parisina. Con todo, Rouget-Luchaire no confió todas las habitaciones a sus amigos: se reservó una, la Elegant Sixties, para diseñarla él mismo. Es la misma estética que se aprecia en el bar, que está recuperando aperitivos vintage, y en el restaurante Edgar, siempre concurrido y especializado en productos como la ostra Roumégous y la mantequilla Bordier y platos como el abadejo con naranja sanguina o el pulpo a la parrilla. Todo a degustar entre muebles vintage, lámparas de cobre y nostálgicas fotos en blanco y negro. Un destino en sí mismo, sobre todo cuando se consigue mesa en la terraza, situada en una placita con muchísimo encanto.