The Ocean Club, A Four Seasons Resort

Es difícil creer que el Ocean Club, paraíso perfecto del colonialismo británico en el que mayordomos pasan de puntillas sobre suelos de caoba para servirle fresas, y el Atlantis, una orgía llamativa de templos rosas estilo maya con toboganes de agua y casinos, son ambos hijos del multimillonario Sol Kerzner. El Ocean Club es toda una institución. El Atlantis es un mini- Las Vegas cuya proximidad no hace más que acentuar la elegancia discreta del Ocean Club. Star Jones adora el Atlantis, mientras que Goldie Hawn siempre se aloja en el Club.

Aunque Kerzner es más conocido por su estilo “Sun City”, más bien chillón, la reciente renovación del Ocean Club que ha ascendido a 100 millones de dólares no ha estropeado en absoluto su patrimonio refinado de la clase privilegiada. Encontramos edificios con verandas distribuidos por jardines de césped perfectamente cortado y senderos de suaves adoquines que llevan a la playa. Las habitaciones nuevas se parecen mucho a las antiguas, con sus cabeceras victorianas, alfombras de ratán y ventanas con persianas de lamas. El campo de golf y el spa tienen mucho estilo, sin llegar a ser extravagantes. Dispondrá de mayordomos que le traerán bebidas, té de alta calidad y que colgarán su chaqueta en el armario importado de Robert Watson, el responsable de los mayordomos en Lanesborough en Londres (considerado el mejor del mundo). Gran parte del éxito de la renovación se debe a los esfuerzos de Christian Liaigre y Jean-Georges Vongerichten. Su nuevo restaurante, Dune, le garantiza una cena en un entorno elegante y de buen gusto en el que podrá disfrutar la mejor cocina colonial francesa, manjares que desgraciadamente escasean en esta parte del mundo.

Por supuesto, los clientes tienen acceso a las maravillas del Atlantis. Pensamos que la mayoría disfrutarán más paseando por el lugar. Los jardines del Ocean Club han sido diseñados imitando a los de Versalles, pero a diferencia de los jardines originales, dan al hermoso y verde mar de las Bermudas. Con su ya conocida inclinación hacia el exceso, William Randolph Hearst adquirió un claustro francés del siglo XII y lo reedificó en este lugar. ¡Ah los ricos y sus caprichos! Los que no sepan cómo gastar el dinero tienen el Atlantis. Y aquellos que sí saben cómo, descansen en el Ocean Club y beban tranquilamente su champán (que se puede disfrutar por cortesía de la casa todas las tardes).