W Mexico City

El W de Ciudad de Méjico, el segundo W fuera de los Estados Unidos, abrió sus puertas en octubre de 2003 en el deslumbrante distrito de Polanco. Es como una hilera de hoteles de lujo, entre los que se encuentran el Inter-Continental y el J.W. Marriott. Junto a estos estirados hoteles para ejecutivos, el W tiene un aire más desenfadado y festivo, aunque con el lujo suficiente como para defenderse entre los clientes acostumbrados a las grandes cadenas de cinco estrellas y mantenerse rabiosamente actual al mismo tiempo.
Es cierto que W también es una cadena, y su éxito se debe en buena medida precisamente a esta ventajosa posición: toda la solidez, fidelidad y renombre de una cadena hotelera con una estudiada dosis de modernidad idiosincrásica. Sin embargo, su arma secreta es su dedicación al servicio, característica que permite al complejo jugar en primera división: como era de esperar, su primer hotel en Méjico sigue esta tradición.
No obstante, el diseño es íntegramente mejicano: afortunadamente, del Méjico moderno y urbano, alejado de los horrores del estuco rosa. En todas partes se abren amplios ventanales que dejan pasar la luz del sol, y en las habitaciones, las alfombras negras y los abundantes tonos rojo cereza son el contrapunto del tradicional blanco boutique. El ambiente es, si se nos permite la hipérbole hotelera, sexy (perfecto para la imagen cosmopolita y apasionada de esta ciudad).
El servicio está ahí (“para cualquier cosa y en cualquier momento”, como les gusta afirmar), el diseño es elegante, y las habitaciones son absolutamente modernas, todas ellas con televisión de 29 pulgadas y conexión inalámbrica a internet. La pieza que completa este rompecabezas es la vida nocturna. El bar del W encarna a la perfección la cultura de lobby-bar moderno, con sus asiduos, de punta en blanco, pisoteándose (con elegancia, eso sí) por tener la oportunidad de codearse con las estrellas del celuloide o la música que allí acuden. Todos los hoteles de estas características afirman que su bar es el centro neurálgico de la vida nocturna de la ciudad: en este no nos sorprendería que fuese cierto.