Bellagio

El Bellagio fue creado por Steve Wynn, y está en Las Vegas. Por ello podemos afirmar con tranquilidad que se trata de un lugar extravagante, del tamaño de una pequeña ciudad, y con sus propios teatros, fuentes, galerías de arte, restaurantes, y sobre todo, capillas de boda y casinos. Todos sabemos que durante los últimos años Las Vegas se ha civilizado, adoptando un toque de clase y vestuarios de alta costura; pero incluso así, el Bellagio, que se inauguró en 1998, es para esta ciudad lo que Henry Higgins era para Eliza Doolittle. Se considera el ejemplo del primer gran hotel para gente que buscaba la bacanal en Las Vegas, pero sin máquinas tragaperras y bufets de espaguetis a 99 céntimos.
Al contrario que el Venetian y Vegas Paris, el Bellagio no intenta imitar una ciudad europea importante. Su inspiración es más modesta. Está construido al estilo de una pequeña ciudad en Lake Como, salvo por el pequeño detalle de que los pequeños pueblos junto al lago no tienen cuatro balnearios, un jardín botánico y un sushi bar. Porque en Las Vegas nada es suficiente, ni siquiera en la parte más extravagante. El mostrador del check-in está emplazado en un jardín de estilo dieciochesco, lleno de querubines; y las oficinas principales están escondidas tras la fachada del palacio. Cada media hora, una fuente emana agua al ritmo de melodías de Pavarotti. En el vestíbulo cuelgan del techo cientos de flores de cristal de Dale Chihuly sopladas a mano, y las suites son excesivas, no con un baño de mármol, sino con dos.
Quienes no sean aficionados al juego adorarán el Bellagio por la cantidad de alternativas en las que gastarse el dinero, entre ellas cualquier tienda conocida desde Fred Leighton hasta Armani y Chanel. Los gastrónomos podrán saciar su apetito en restaurantes como Maccioni, Jean-Georges Vongerichten e incluso Todd English. También se ofrecen delicias culturales para los no hedonistas. El circo no sólo consiste en elefantes y payasos; se trata de la maravilla surrealista del Circo del Sol. Si los ascetas no están satisfechos con los Picasos que cuelgan del restaurante epónimo, siempre tendrán una galería impresionista que incluye desde Monet hasta Matisse. Sí, siempre habrá gente que mire mal al Bellagio por el descarado alarde de consumismo manifiesto. Pero tendrá que ser extremadamente puritano para resistirse a él.