InterContinental Boston

Dado el perfil del público objetivo, el grupo InterContinental solo podía efectuar su gran incursión en Boston en un sitio privilegiado de la zona financiera, que, además de vistas al lago, tiene el encanto histórico de ser el lugar aproximado donde estalló el Motín del Té.
Así es cómo debería ser la hostelería de lujo moderna con mayúsculas: desde el edificio, un monumento de cristal azul y granito pulido, hasta los interiores, elegantes y minimalistas, pero no demasiado austeros, pasando por los detalles más pequeños, como los televisores de pantalla plana con soportes giratorios para que se vean desde todos los ángulos.
Es imposible que un hotel de 424 habitaciones sea íntimo, pero los huéspedes tienen a su disposición una legión de empleados que velan por que no les falte de nada. Un hotel de esta envergadura puede permitirse unas instalaciones por todo lo alto: el inmenso spa de más de 600 metros cuadrados está equipado con un gimnasio de 24 horas y una piscina cubierta de 14 metros.
La oferta gastronómica consiste en un bar de sushi de estilo latino, una coctelería especializada en ron y un bar-restaurante de estilo provenzal llamado Miel, cuyas mesas al aire libre son muy recomendables: los jardines del InterContinental dan a un paseo de casi una hectárea con vistas al lago. En el hotel de negocios medio, desde luego, no se ve nada de esto.