Kempinski Hotel Aqaba

Visto desde el Mar Rojo por la noche, el Kempinski Hotel parece un monumento retro al modernismo de los años setenta. Una serie de luces de neón rotativas intensifican el efecto al iluminar el edificio de hormigón semicóncavo. Jordania no es Nevada, y Áqaba no es Las Vegas, pero se puede apreciar cierto parecido.


A la luz del día se ven el mar, la playa y, a continuación, una piscina desbordante rodeada de chaise-longues. Áqaba tiene una actividad portuaria frenética, pues el suyo es el único puerto del país, pero el submarinismo, la pesca y el turismo cada vez cobran más fuerza. Con semejante panorama del mar, los turistas pasan desapercibidos; en el Kempinski se respira el ambiente de un oasis apartado. El paisaje del mar es omnipresente: se domina desde la bañera de la habitación, los balcones y las mesas del AM/PM, un restaurante de primera con mucho estilo.


Los huéspedes más sociables frecuentarán los tres bares del hotel, incluido el bar acuático y la discoteca nocturna. La ubicación de Áqaba resulta idónea para explorar el desierto durante el día (hay excursiones a Wadi Rum y a Petra) y quedarse dormido con el sonido de las olas por la noche.