Hotel Sorrento

Este edificio de 1909 es el hotel más antiguo de Seattle en funcionamiento, y también el más romántico. Érase una vez que tenía las mejores vistas de la ciudad, y si su idea del cortejo incluye el perfil de edificios recortados en el horizonte, entonces el Sorrento sigue siendo un buen lugar al que acudir.
El Sorrento es absolutamente un aristócrata estadounidense de finales de siglo. Érase una vez, los Vanderbilt vivieron aquí con los Ballard y los Guggenheim, y Betty Hall Jones cantó en la Sala Top of the Town. A pesar de las reformas de 1980 y 1995, no ha habido muchos cambios. Con sus otomanas de un dorado apagado y sus delicados muebles de caoba, las habitaciones proceden directamente de Henry James. Los más extravagantes se derretirán por la suite penthouse (600 metros cuadrados, un pequeño piano de cola, jacuzzi y una espectacular vista de la Bahía Elliott).
Con solo 76 habitaciones, el Sorrento pretende sentirse una rica residencia en lugar de un hotel, y probablemente sea esta la razón por la que siguen volviendo muchos viajeros de negocios (al igual que parejas acarameladas). Les relaja inmediatamente. También está lo suficientemente lejos del centro (a cinco manzanas cuesta arriba) como para parecer privado. Pero no se preocupe por la distancia: el hotel presta un servicio de coche gratuito a cualquier lugar del centro. El hotel se ha tomado ciertas libertades con su encanto de época antigua, añadiendo un acceso a Internet de alta velocidad gratuito, interpuertos de datos y buzón de voz. Otro toque del mundo moderno: terapeuta de masaje shiatsu si lo solicita.
En la planta baja, el restaurante Hunt Club está decorado con un estilo caballeroso e íntimo de ladrillos y madera oscura. Pero, una vez más, no se deje engañar por esta apariencia pasada de moda. En los años 80 ya servían calamares cuando el resto de Seattle todavía los usaba como cebo, y la Sala Fireside del conocido chef Brian Scheehser es el Sorrento envuelto (paneles de madera oscura, delicadas mesas de estilo chino, alfombras y sillas color vino y veladas de jazz). Es el lugar ideal para huir de la llovizna de Seattle y disfrutar de un buen whisky de malta. Y por la mañana siempre puede hacer ejercicio en el nuevo Centro Nautilus.