Dar Warda

Quizá no haya una forma más auténtica de ver Marrakech que alojándose en un riad: una casa privada de la Medina (la parte antigua de la ciudad), organizada en torno a un patio central interior. Con sólo cuatro habitaciones, el Dar Warda no podría ser más íntimo y tampoco podría parecerse menos a un hotel, ni más a una residencia privada.
Todos los riads están rodeados de un muro y en muchos casos, como, por ejemplo, éste, sólo se puede acceder a ellos a través de un derb, un callejón demasiado estrecho para los coches. Por lo tanto, la mayoría suelen estar totalmente aislados del ruido y el bullicio de las calles y las plazas de la ciudad. Todo el encanto que pueda faltarle por fuera, el Dar Warda lo compensa con creces al otro lado de su pesada puerta de madera de cien años de antigüedad. El patio interior, con su espumosa fuente central, es el principal punto de encuentro del lugar, un espacio tranquilo e imponente, rodeado de una arcada y una pasarela en el piso superior.
Las habitaciones están repartidas por tres pisos y lucen la tradicional elegancia marroquí, con una mezcla de muebles antiguos y modernos. La calefacción y el aire acondicionado son los únicos avances tecnológicos que encontrará en el Dar Warda. En lugar de quedarse hipnotizado frente al televisor, le conquistarán rincones como la biblioteca, el comedor iluminado con velas o el salón del té. La cocina es tan auténtica como la decoración y la terraza de la azotea es idónea para contemplar el sol, mientras éste se oculta tras la Medina.