Hotel Alexandra

El término «hotel de diseño» se usa con frecuencia, pero rara vez se aplica a un edificio centenario cuyos interiores parecen haberse congelado en algún momento en torno a 1955. El hotel Alexandra de Copenhague es una cápsula del tiempo. Es como si alguien hubiese introducido las páginas de un manual de diseño danés de mediados de siglo en una impresora 3D y estas hubieran cobrado vida en sus habitaciones, culminando con una serie de homenajes a algunos de los grandes diseñadores de muebles de Dinamarca.

Conviene decirlo: los dueños de este hotel sienten auténtica pasión por los muebles daneses, en especial por las sillas. Les gusta repetir la anécdota según la cual sería más difícil (y más digno de elogio) construir una silla que construir una biblioteca, una sala de cine, un almacén, un ayuntamiento, una escuela y un par de casas, todo junto. Su colección de sillas, atesorada durante décadas, es realmente imponente. Quizás lo más importante es que todas están en el hotel —en la habitación Arne Jacobsen, en la Hans Wegner, en la Finn Juhl y así sucesivamente— para que te sientes a ver la tele o a hojear uno de los muchos libros del hotel sobre los diseñadores daneses cuyo trabajo llena las habitaciones. Aun cuando las habitaciones de menor categoría son minúsculas, la principal diferencia entre las habitaciones y las suites reside no tanto en el tamaño como en el grado en que están dedicadas a un diseñador en particular.

Si empiezas a sentirte atrapado en las medianías del siglo pasado, no tienes más que salir. Los jardines de Tivoli y la plaza del ayuntamiento están prácticamente a la vuelta de la esquina. También lo están todas las tiendas y restaurantes que puedas imaginar. El personal ha creado una serie de guías pensando en los huéspedes: una con una cuidada selección de librerías, otra para los noctámbulos, otra con restaurantes o mercadillos… No te quepa duda de que son quienes mejor te orientarán a la hora de descubrir el Copenhague actual, y lo harán tan gustosos como orgullosos están del prestigioso pasado de su ciudad. Y después de todo un día explorando la ciudad, qué mejor que regresar a la habitación y dejarse caer en una de sus estupendas sillas.