La Sommita Relais

Cuando se piensa en unas vacaciones en Italia, suelen albergarse ciertas expectativas, que incluyen escenas pintorescas como los palazzi y los canales típicos de Venecia, el eco de las motos que circulan por las calles de Roma, los viñedos y los tejados rojos de la Toscana y las mansiones encaramadas a los acantilados de la costa amalfitana.
Sin embargo, Ostuni parece formar parte de otro mundo. Una maraña de edificios de piedra blanca agrupados en lo alto de una colina que se alza solitaria sobre las áridas llanuras de la costa adriática de Apulia, en la que se respira cierto aire desértico. Desde el patio de La Sommita se dominan los tejados encalados y las cuerdas de tender de las casas de la ciudad, así como kilómetros de olivos que se extienden hasta el borde del mar, un paisaje más propio del norte de África que de Italia.
Este lugar tan poco convencional para erigir un hotel es, en realidad, uno de los principales atractivos de La Sommita. Nadie elegiría este hotel con el propósito de recorrerse Ostuni de arriba abajo. Si bien es cierto que la ciudad cuenta con una catedral gótica, un sinnúmero de edificios históricos y una infinidad de callejones pintorescos por los que deambular, La Sommita no es esa clase de lugar en que se apresuraría a dejar las maletas para salir a la calle a sacar fotos. Es un retiro, un refugio, un remanso de paz en medio del desenfreno de la vida, un ambiente envolvente que no pretende impresionar.
Pese a su diseño inspirado en un palazzo de siglos de antigüedad, desde el exterior La Sommita no parece ninguna obra de arte; de hecho, resulta prácticamente imposible determinar dónde termina y dónde empiezan los edificios anejos. La entrada principal, que se encuentra al final de un callejón sinuoso, bien podría ser la puerta trasera y la recepción se esconde discretamente tras unas escaleras. Arriba tan sólo hay nueve suites, desperdigadas por el edificio con una incoherencia muy calculada que desobedece las leyes de la geometría cuadrada del hotel tradicional, con sus filas y columnas de habitaciones. Toda sensación de orientación con respecto al mundo exterior probablemente sea ilusoria: los cuartos de baño de la planta superior parecen bóvedas y todas y cada una de las suites bien podrían ser la única suite del hotel.
El ambiente que se respira en las habitaciones se debate entre un minimalismo ascético y un lujo elegante, en una gama de colores crema y hueso, con muebles sobrios y pesados, típicos del diseño de interiores moderno más selecto. El nombre de la casa Culti se deja entrever discretamente. Aunque podría considerarse un salón de exposición para la firma italiana, la marca sólo aparece en los envases de los artículos de baño y en las resistentes perchas para la ropa.
Los amplísimos cuartos de baño de las suites son su piedra angular; con sus paredes de piedra y su techo en forma de arco acabado en punta con un pequeño tragaluz evocan el ambiente de unos baños ocultos en una cámara subterránea. En un extremo del cuarto de baño, bajo una pequeña bóveda, se extiende una bañera inmensa y, junto a ella, un magnífico surtido de artículos de baño de la marca de la casa.
En la planta baja, la antigua prensa para pasta de aceitunas ha sido sustituida por un restaurante íntimo, con algunas mesas dispuestas bajo un techo de piedra en forma de arco y otras, en la terraza de un patio tranquilo y resguardado del sol. En la carta figuran especialidades italianas rabiosamente actuales que se caracterizan por una sobria sencillez, lograda a base de ingredientes locales de la máxima calidad. También es moderno el servicio, informal y sin pretensiones, en armonía con el ambiente de este pequeño hotel.
Las playas quedan a poca distancia por taxi. Si desea explorar Ostuni, el casco antiguo está lleno de cafeterías y restaurantes. Pero, ante todo, el hotel invita a la meditación. Es la antítesis de los grandes hoteles italianos tradicionales, esos palacios tan deslumbrantes y artificiosos. A falta de vistas al mar, arquitectura renacentista y botones uniformados a la antigua usanza, La Sommita constituye un rincón idóneo para el reposo, un lugar tranquilo y retirado en el que desaparecer durante un día o una semana. El efecto sedante y relajante de este lugar radica en todo lo que lo distingue de un hotel tradicional.