Hôtel de Paris Monte-Carlo

Un lujoso edificio que se eleva como un cisne del blanco más puro tiene que ser, sin duda, el verdadero palacio de Montecarlo. Sobre la fachada descansan columnas y chapiteles de la belle époque, estatuas de núbiles ninfas guardan los flancos de las fuentes y las entradas con arcos de medio punto, y en el vestíbulo nos da la bienvenida un Luis XIV de bronce montado en un caballo cuyas rodillas brillan después de haber sido frotadas durante más de un siglo por jugadores supersticiosos.

Aquí solo se alojan los más sofisticados: Winston Churchill, la novelista Colette, y, por supuesto, las princesas Gracia y Carolina. Los porteros son extremadamente elegantes y educados, aunque no pueden evitar que sus uniformes de Lagerfeld impongan un poco a los huéspedes. Las habitaciones son bastante agradables, sobre todo las que dan al Mediterráneo, y todas cuentan con un enorme cuarto de baño de mármol rosa. Aquí puedes pasarte el día observando los yates y los helicópteros que se encuentran por debajo del hotel sin salir de la cama, y pedir rodaballo a la holandesa y caviar mientras el conserje contrata para ti servicios de traducción y secretariado. Pero lo que realmente resulta espectacular es la planta baja: el color dorado anega el vestíbulo, digno de una catedral, e incluso los servicios de caballeros están adornados con sillas de estilo Luis XV. El restaurante de estilo Luis XVI está seleccionado por la Guía MICHELIN y deleita a los huéspedes con un delicioso menú, mientras que su bodega de vinos esconde joyas como el brandy Napoleón de un siglo y Château Margaux 1920, valoradas en millones de dólares. Al margen del restaurante, cabe destacar que el Hotel de París cuenta con la mejor ubicación de la ciudad. Se encuentra cerca de Thermes Marins, el mayor centro de spa de Montecarlo, enfrente del Café de París, y contiguo al Casino de Montecarlo, al que todos los huéspedes del hotel pueden acceder de forma gratuita.

A pesar de que Montecarlo ya no es una ciudad tan extravagante como lo era antaño (la chaqueta y corbata han sustituido al esmoquin, y los turistas se pasean inocentemente en pantalones cortos), el Hôtel de Paris Monte-Carlo no ha cambiado ni un ápice. La Princesa Carolina sigue celebrando fiestas aquí, en el impresionante salón de baile, y uno todavía espera ver aparecer a Churchill a las diez de la mañana, con una copita de algún carísimo coñac en la mano. Somerset Maugham afirmó en una ocasión que Montecarlo era «un lugar soleado para personajes de oscuros secretos», y el Hotel de París, en Montecarlo, sigue siendo el único lugar seguro al que las personas elegantes y risueñas puede acudir para llevar su vida oscura.