Quinta da Casa Branca

Madeira es una especie de secreto bien guardado para las personas de ciertas edades. Se trata de un paraje exuberante y subtropical, de esos tan populares entre los trotamundos de generaciones mayores, y es que la calma reinante es el principal atractivo de este lugar; para discotecas abarrotadas y noches de juerga, ya está Ibiza. Si lo que desea es paz y tranquilidad, puede que el Quinta da Casa Branca sea el lugar indicado.

En la ciudad cada vez hay más gente y más construcciones, mientras que en esta finca ajardinada y cercada, que ha sido renovada con elegancia, se respiran una tranquilidad y una sencillez de otro mundo. Hay flores por todas partes; las de las habitaciones realzan el mobiliario liso y de colores neutros, y las que cubren los jardines pueden contemplarse desde las cristaleras del suelo al techo de las habitaciones. Las suites y las habitaciones de la categoría superior dan a unas terrazas bañadas por el sol, desde las que se domina la finca, y los verdaderos amantes de la flora pueden apuntarse a una serie de excursiones guiadas.

Si bien es cierto que las terrazas y los jardines apacibles del recinto del hotel no están hechos para los amantes de las emociones fuertes, son un lugar precioso y pintoresco, idóneo para pasear, leer o tomar el té. El desayuno es uno de los platos fuertes de la estancia, así como también la cena, que se sirve en el comedor de la antigua casa o en la terraza, a la luz de la luna estival. Está claro que no es una reserva natural, pero como paraíso verde no está nada mal.

Indicaciones para llegar al hotel:

Quinta da Casa Branca está a veinte minutos en taxi del aeropuerto internacional de Madeira, un trayecto que cuesta aproximadamente treinta y cinco euros.