Mandarin Oriental Bangkok

Algunos dicen que el Mandarin Oriental de Bangkok es el hotel más sobrevalorado del mundo. El resto dice simplemente que es el mejor. Después de todo, de los espléndidos hoteles coloniales es el más famoso. Y los más famosos y espléndidos escritores de la época colonial, Joseph Conrad, Graham Greene, y W. Somerset Maugham solían dormir aquí. La alta sociedad de antaño (Grace Kelly, Elizabeth Taylor, Noël Coward) no se habría imaginado durmiendo en otro lugar. Verdaderamente, el edificio original del Oriental le transporta a aquella época. De una belleza asombrosa: ventiladores en el techo, balcones esculpidos e invadidos por jazmines trepadores, ventanas con postigos a la antigua usanza, camas con doseles profusamente decorados y papel en las paredes. El aroma de las flores tropicales lo invade todo y el cercano río Chao Praya, bulliciosa vía fluvial rebosante de barcazas y lanchas a motor, lo llena de vida.
El edificio histórico es bastante más pequeño que la ampliación moderna, donde las habitaciones, aunque agradables y quizá más cómodas, son más corrientes. Por otro lado, el cercano centro comercial pone en serio peligro el romanticismo del ambiente, así como la clientela, compuesta mayormente por turistas de mediana edad y hombres de negocios de vacaciones.
Con todo, nadie puede irse de Bangkok sin desayunar en la terraza del Mandarin Oriental. Y cenar en su restaurante, Sala Rim Naan, al que se llega en ferry, devuelve la fe a los nostálgicos. Hay un sinfín de detalles con el agradable sabor de la tradición, desde las bolsas de rayas azules para guardar los zapatos a la ropa que viene de la lavandería bellamente empaquetada y coronada por una orquídea. Y luego está el servicio, que es la encarnación de la perfección sudasiática: sonriente, amable y atento; incluso disfrutará de un mayordomo personal durante todo el día.
Bangkok no sería Bangkok sin su excéntrica vida nocturna, y el Mandarin Oriental ofrece un piano bar de lo más representativo. El mejor toque, sin embargo, es la selección de cócteles con nombres de escritores. Así que póngase el shantung blanco, observe el tráfico fluvial, pida un Gore Vidal en el bar y bébaselo despacio para evitar el sabor amargo. De verdad, eso sí que es degustar la literatura con el máximo lujo.