Badrutt's Palace Hotel

St. Moritz, la meca de las pieles, las pendientes y el champán, no era nada antes de que Johannes Badrutt levantara este pueblo, convenciendo a unos cuantos turistas ingleses de que fueran allí a intentar esquiar. Hoy en día, su legado perdura y se considera como el glamour invernal de Europa. Si desea beber kirsch y gastar mucho dinero, Badrutt’s es el lugar indicado.

Aquí se han hospedado todos los grandes famosos, desde Greta Garbo y Charlie Chaplin hasta Roger Moore y Hugh Grant. No importaba si uno no sabía esquiar, St Moritz era el lugar al que se iba a pasar el invierno. No obstante, cuando realmente se distinguió fue durante los sesenta, aquella época en la que las princesas del pop iban y hacían estragos entre los magnates. Andrea Badrutt no sólo era un publicista, sino también un hombre de negocios. La diseñadora Diane Von Furstenburg recuerda aquellos días en que no tenía dinero y seguía alojándose en el Badrutt’s. Al parecer, la política del nieto de Johannes’s, Andrea Badrutt, consistía en atraer a los famosos, aunque no pudieran pagar, porque ellos, a su vez, atraerían a gente como Aristóteles Onassis.

Es un castillo en lo alto de las montañas, en el que los más famosos se reúnen después de esquiar y donde la fondue no podría estar más pasada de moda. Las mejores habitaciones están equipadas con camas grandes y paredes forradas de seda y cuero, al estilo de las películas de Fred y Ginger. También hay un spa y, por supuesto, varios restaurantes, pero al fin y al cabo, qué mas da, si estamos en el Badrutt’s.

La extravagancia es fundamental; incluso a las mascotas se les trata a cuerpo de rey: los gatos comen pescado a la parrilla y el menú para perros incluye filetes con salsa tártara, solomillo de ternera y hasta un plato bajo en calorías. Además, en todas las habitaciones hay una compleja consola para llamar al empleado que usted necesite: desde el conserje y los botones hasta una maestra de bridge. Fue en el Badrutt’s donde surgió la idea de los picnics de lujo: jóvenes acicalados que se presentaban en trineo con vodka, paté y caviar. Las habitaciones más codiciadas son las que tienen vistas al lago. Un consejo: si solicita a los atentos conserjes un pase de esquí nada más llegar al hotel, lo tendrá listo a la mañana siguiente. Tampoco se olvide reservar una sesión de masajes con bastante antelación (y mande a sus hijos al Acapulco, un recinto con una piscina cubierta enorme, una cueva y una cascada).

A pesar de que el Badrutt’s cuenta con un imponente restaurante francés de alto nivel, Le Restaurant, en el que los comensales deben ir de chaqueta, el mejor sitio para comer es una alquería del año 1658 que ha sido transformada en un recinto de pizzerías y restaurantes. No obstante, el local más concurrido por la noche sigue siendo el Renaissance Bar, con su oscura iluminación, sus mullidos cojines azul marino y su crepitante chimenea. Mientras Mario, el camarero, prepara bebidas explosivas, se dará cuenta de que jamás podrá compartir un ponche caliente de sidra y especias con gente más elegante. Un consejo: no lleve pieles en los espacios interiores, póngaselas para estar al aire libre; y olvídese del visón, lo que está de moda es la chinchilla. Los más comedidos van al Kulm, que tiene los mismos precios, pero es más discreto. Aquí se encontrará con personajes como Ivana Trump y Hugh Grant. En el Badrutt’s, la gente va tan cargada de joyas de Van Cleef que, cuando bajan a toda velocidad por las pendientes suizas, se puede escuchar el ruido metálico de la riqueza.